En función de esto, desde la Fundación Pueblos del Sur alertan que la Argentina no cuenta con los recursos genuinos para afrontar sus compromisos y el fantasma del default asoma en el mediano plazo.
— En el informe proponen tres criterios para juzgar el endeudamiento externo: sustentabilidad económica, aplicación de los recursos y el resguardo del interés nacional. ¿Aplican en el proceso de endeudamiento desde diciembre de 2015 hasta ahora?
—Esteban Guida: Siguiendo con la idea de que el endeudamiento no es malo en sí mismo sino una fuente de financiamiento de cualquier Estado, estos criterios nos dan una alarma importante. No vemos que en ninguno de los tres el proceso esté yendo en términos positivos. Tal vez lo que más sale a la luz es que el volumen de endeudamiento público —y principalmente el externo, que se está generando a una velocidad muy importante- ya nos está presentando una necesidad de divisas que el país no va a generar. Nos enfrenta con una necesidad de nuevo endeudamiento muy grande: para lo que va de 2017 y 2018 suman entre capital e intereses cerca de 90 mil millones de dólares. Aún si como todo el mundo dice "el capital no se paga" y solo se abonan los intereses, esto arrojaría una necesidad de 21 mil millones de dólares. Argentina no está ni cerca de las posibilidades genuinas de pagar esos intereses.
—Daniel Guida: Está el criterio de pensar que se atiendan los intereses porque la deuda es un estado permanente. Cuando no tenés sustentabilidad para pagar los intereses, mucho menos vas a tener posibilidad de pagar la deuda. Hay de base una concepción filosófica, política, de mantener la deuda.
— En el informe marcan algunos datos duros que llaman la atención. Por ejemplo, en cuanto a la relación deuda/exportaciones: entre 2015 y 2016 la deuda en moneda extranjera saltó de 210 por ciento a 389 por ciento, y la deuda externa del sector público nacional pasó de 89,8 por ciento a 149,9 por ciento.
—EG: El indicador de exportaciones es el que ofrece una señal genuina de capacidad de pago. Lo que uno exporta en bienes y servicios es lo que uno gana como país ante el resto del mundo. En la medida en que eso se deteriora, la deuda se hace más crónica. El indicador que supuestamente daría bien —la deuda sobre reservas- tiene por detrás el hecho de que ese excedente de unos 20 mil millones de dólares que ofrecen las reservas son los mismos que se necesitan para pagar como mínimo lo que se generó nuevo de intereses. Por eso es que nadie habla del tema reservas: por un lado, porque son muchas; pero también porque se sabe que son tan frágiles como un movimiento de capitales. Aun así, si uno dijera que se está comprometiendo a las generaciones futuras para llevar al país a una mejor dotación de infraestructura habitacional, de salud, todavía quedaría un criterio político. Eso no está ocurriendo. Por el contrario, se están financiando los tres elementos de la fuga de capitales: la formación de activos externos, el giro de utilidades y el turismo en el exterior. Se está financiando el déficit tanto nacional como provincial y se está alimentando una fuga de capitales que es alevosa.
—DG: Se podría estar financiando en un sentido más productivo. Por ejemplo, un alto nivel de importaciones en bienes y equipos de capital. Puede ocurrir que coyunturalmente un país tenga necesidad de financiación porque no alcanza con sus exportaciones. Eso tiene un límite en el tiempo, no puede ser permanente.
— Hace tres años que vienen monitoreando el tema deuda, ¿Cuáles son las continuidades y rupturas acerca de cómo administraban el endeudamiento los gobiernos kirchneristas y cómo lo hace el actual?
—EG: El cambio más significativo que vemos tiene que ver con la posición argentina respecto al mundo. Un gobierno estaba presentando como eje la renegociación de una deuda especulativa, incluso estaba generando un movimiento de países endeudados. Se da vuelta la página y el gobierno prácticamente no discute nada, paga al contado a los fondos especulativos y sepulta ese sendero de negociación, incluso de reforma del sistema. Eso es un cambio drástico.
- DG: Viene de la mano de una concepción filosófica y política. El concepto básico que se desarrolló desde la negociación de Kirchner y Lavagna en el primer canje es básicamente ir generando la mayor independencia económica posible. Independientemente del cuestionamiento de si estuvo bien o mal por ejemplo el pago al Fondo, significaba irse desatando ataduras que podían condicionar las políticas internas. El desendeudamiento no es porque la deuda era mala en sí misma: tenía que ver hasta dónde condiciona el endeudamiento externo un país como el nuestro, máxime cuando no es capaz de producir los recursos necesarios para enfrentar los intereses y eventualmente controlar su propio nivel de endeudamiento. La gran diferencia es que con el gobierno anterior el nivel global de deuda —incluida la interna- no había cambiado mucho, había cambiado era la composición de la deuda. Algunos economistas preguntan de qué desendeudamiento hablamos si la deuda es la misma o creció. Esto es cierto en términos absolutos, no en términos relativos en la relación con el PBI.
—EG: El ritmo de crecimiento de la deuda pública total fue muy importante entre el 2016 y 2015 con respecto al período 2015- 2014. Dentro de ese crecimiento de deuda pública bruta el crecimiento de la deuda externa -pactada con residentes en el exterior- creció muchísimo. Son dos cambios con respecto al periodo anterior.
—DG: La política de desendeudamiento externo estaba vinculada a poder desarrollar políticas internas diferentes. Hoy estamos en una situación donde el FMI está dando líneas indicativas de cómo tendría que ser el ajuste por ejemplo con el sistema previsional argentino. Si vos ese vinculo lo tenés acotado o no te ata, es probable que puedas decidir tus políticas internas sin esa estrechez que te genera la tendencia de una deuda externa que crece.
— Pensando en el escenario regional, ¿Cómo está Argentina en este tema en comparación con otros países?
—EG: No lo hemos trabajado en este informe, pero no vemos a nivel mundial una tendencia muy diferente respecto a las tasas de interés. Salvo la suba que hizo la FED, sabemos que está sobrando plata en el mundo. Por eso, pagar tasas de 7 por ciento puede hasta sextuplicar una tasa que se paga en el mercado europeo.
—DG: Estamos pagando tasas como si estuviéramos en el peor de los mundos, como era la situación de default.
—EG: Además, es interesante ver cuál es el destino del ingreso de capitales. Cuando ves América latina se pone como ejemplo Perú, Chile, en su momento Brasil. Hay que ver las condiciones. Si es por ingreso de capitales el último año de Argentina fue espectacular, pero ha sido de endeudamiento: capitales de corto plazo y especulativos.
— En función de estas dudas acerca de la de sustentabilidad de la deuda, ¿Ven posible en el mediano una situación de default, o al menos de serio compromiso de cumplir con los pagos de intereses?
—EG: Si, es una de las principales conclusiones del trabajo. Si la balanza comercial es deficitaria en los próximos tres años —como prevé el gobierno- no hay manera de pagar genuinamente un nivel creciente de endeudamiento. Un país obtiene sus divisas a través del comercio exterior o del endeudamiento. Podemos decir también mediante la venta de su patrimonio, pero esperemos que eso no esté hoy en agenda. La inversión extranjera directa, que es el principal argumento del gobierno desde el primer día, está llegando a un ritmo muy a cuentagotas como para compensar la velocidad que está teniendo el endeudamiento.
—DG: Además, esta situación ha venido acompañada de un sinnúmero de medidas en el mercado de cambios. Todo hace parecer que aún mejorando la situación de las exportaciones al ritmo que va el crecimiento de la deuda es muy difícil que en un corto y mediano plazo Argentina produzca genuinamente esos recursos. Aun así también es difícil pensar que esas divisas se obtengan con libre disponibilidad, porque ya no hay más restricciones. Por ejemplo, sobre la obligación de liquidar de divisas: al extenderse el tiempo, por qué alguien de una multinacional que está exportando declararía cambiar sus divisas para que esto signifique pagar la deuda externa. Si estos mecanismos no funcionan, va a significar más ajuste sobre la economía interna. Esto ya se vio en otras crisis: si no había ingresos de divisas, de algún lado había que comprimir. Ya sabemos en qué dirección va a ir: sueldos, asignaciones, políticas sociales.
— Teniendo en cuenta los criterios de sustentabilidad que aplican al endeudamiento del Estado nacional, ¿Cómo ven la deuda que tomó la provincia de Santa Fe?
—EG: Lo que le cabe al gobierno nacional en cuanto la idea de que la deuda no es mala en sí misma, vale para la provincia. Hacemos un alerta de que Santa Fe no se salva sola ante un problema de default o de restricción de divisas. Más allá de que es importante que la provincia tenga sus cuentas saneadas y que si se endeuda se aplique a inversiones realmente necesarias, no se va a poder liberar de la situación del país en su conjunto. Por otro lado, Santa Fe no es de las provincias que más deuda está tomando, comparado con Buenos Aires, Córdoba y la Ciudad Autónoma. Las diferencias son escandalosas, y tienen que ver con los déficits.
—DG: Por más que tengas una administración sumamente prolija de la provincia, el resultado es que Santa Fe acumula pesos que tiene que convertir en dólares. Hay que pedírselo al Tesoro Nacional o al Banco Central. Si el Titanic se hunde, no se salva el tipo que está en la popa.
—EG: El problema de la deuda externa emitida por las provincias es se emite a una tasa muy alta. A lo mejor la Nación está logrando colocar algunos títulos con tasas bajas, pero son 10 mil millones de dólares lo que está arriba del 7 por ciento, salvo Santa Fe que está en promedio en 6,9 por ciento.
- DG: Hoy la argentina no está discutiendo tasas. Hace más de un año, antes de la asunción del gobierno de Cambiemos, se discutía mucho esto: volver a los mercados internacionales para pagar tasas como las que puede llegar a pagar Bolivia, de 2 o 3 por ciento. Hoy llevamos 18 meses y el endeudamiento se ha hecho a tasas absolutamente altas, no solo para el conjunto de América latina sino del resto del mundo. ¿Por qué razón paga Argentina estas tasas? No hay problema de estabilidad política o económica, se da por sobreentendido que es la tasa que hay que pagar.