Se acercan las elecciones legislativas y la economía no logra alcanzar los niveles de actividad e integración anteriores al cambio de gobierno nacional. En términos políticos, esta realidad no parece afectar las chances electorales, toda vez que, sumada a la dispersión opositora, la estrategia del gobierno de cargar los efectos de sus decisiones en la cuenta de la administración anterior fue aceptada sin cortapisas por un número importante de individuos.
Como se señaló en reiteradas ocasiones, la intervención del Indec durante la administración kirchnerista fue, luego del desendeudamiento público y privado, una de las mejores herencias que el gobierno anterior le transmitió al actual. Sobre el agujero negro que creó Guillermo Moreno, cualquier relato estadístico que escriba la actual administración adquiere la máscara de verdad absoluta.
Desde mediados de año, cuando comenzaron a conocerse las cifras de actividad económica, industrial, construcción y empleo, entre otros, correspondientes al segundo y tercer trimestre, la música de los "brotes verdes" volvió a sonar. Funcionarios y voceros oficialistas difunden los indicadores del rebote estadístico como evidencias de una "recuperación sostenida".
La operación es bien conocida pero poco dimensionada en el debate público: los meses contra los que se compara son los que registraron el pico de la caída en el año 2016, con respecto al 2015. Es más, con la producción industrial paralizada, la inflación galopando, el empleo en retirada y la construcción frenada, la evolución de los principales indicadores de ese período están entre los perores del nuevo siglo.
Esta semana el Indec difundió varias cifras relacionadas con este tema. Se puede mencionar una: la actividad económica de junio. El gobierno la festejó como la más alta desde que asumió el presidente, con un rebote cercano al 5 por ciento. El mismo mes de un año atrás había bajado 5,6 por ciento.
Lo mismo ocurre con lo datos de empleo registrado, que el Ministerio de Trabajo propaló con leves subas, apuntaladas por monotributistas y empleo estatal, que no sólo están por debajo de los niveles de 2015 sino que siguen mostrando caídas en el sector industrial.
La comparación de Macri versus Macri le viene bien al gobierno. En su segundo año de gestión, la economía opera en un nivel de actividad mayor al del primer año. No alcanza para recuperar el estado de situación del 2015, último año de Cristina Fernández de Kirchner.
Este magro rebote, que además se asienta en un conjunto acotado de sectores, es presentado por uno de los dos Macri como el año cero de su gestión. El anterior, el 2016 de los brotes rojos, es asignado en el evangelio oficial a una prehistoria con, acaso, otros protagonistas políticos. Sea un presidente de nobmre y aspecto parecido al actual, o una ex presidenta que, tras terminar su mandato a fines de 2015, seguiría menejando la economía a control reomto. Para la doxa de estos días, la pesada herencia de 2016 tiene un responsable espectral.
Y sin embargo, las decisiones políticas que se tomaron el año pasado construyeron la herencia que condicionará a la economía argentina durante los próximos años. Disfrazado entre los supuestos brotes verdes, el Indec dio a conocer también esta semana los resultados del déficit comercial, el segundo mayor de la historia, y el de cuenta corriente, que se duplicó respecto de 2016. Las importaciones, el endeudamiento, la fuga de divisas, impulsan el proceso. La vulnerabilidad externa, origen de las grandes crisis argentinas, se alimenta de una deuda cuyo crecimiento también se vio reflejado en las estadísticas de la balanza de pagos que difundió el organismo de estadística.
Sobre esa bomba de tiempo que se activa con la bicicleta financiera, se mantiene el procentaje de población por encima de la pobreza (más allá de la propaganda no hay comparación interanual posible en las estadísticas oficiales ), el propio Indec reveló que el 80 por ciento de los asalariados no llegan a cubrir con sus ingresos la canasta básica, y el presidente del Banco Central admitió que la inflación no puede quebrar el piso del 1,4 por ciento mensual. Frente a este combo, el ministro de Finanzas, Luis Caputo, aseguró que el gobierno "atraviesa su mejor momento económico" y que la deuda no es su problema porque el Estado "cumplirá con las metas fiscales".
El proyecto de presupuesto 2018 fue presentado aunque no se empezó a debatir en el Congreso. Sería después de las elecciones porque se enmarca en un combo de decisiones políticas de ajuste que se pondrán a consideración luego de las legislativas. Por lo pronto, economistas y consultores coinciden en señalar algunos rasgos distintivos del programa: mayor endeudamiento, freno a la inversión directa en obra pública y apuesta a su reemplazo por el sistema de participación público y privada, y aumento de tarifas.