"Sin el coronavirus esta situación de crisis económica ya existía, en todo caso tomó otra intensidad, pero no es muy diferente de lo que uno imaginaba que iba a pasar", dijo el economista Sergio Arelovich, sobre la crisis internacional. Integrante del Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (Mate) y docente de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), planteó que en la Argentina en particular, los coletazos económicos del Covid-19 "dejaron al desnudo buena parte de los problemas estructurales del país". En este sentido, aseguró que la situación "va a acelerar de prepo la puesta en la agenda de algunas cuestiones que ni el gobierno nacional, ni nadie, quería discutir". Entre otras cosas, una "discusión seria" sobre una política de ingresos que permita recomponer el poder adquisitivo de la mayoría de la población. En diálogo con el programa "La Banda Cambiaria", también dedicó un capítulo a la situación provincial. "En Santa Fe lo que se vio es una perspectiva muy fiscalista que, en realidad, es bastante contraria al criterio que anima al gobierno nacional", disparó.
—¿Cómo impacta el coronavirus en la economía argentina?
—Desde el punto de vista sanitario me parece que hay consenso sobre las medidas que tomó el gobierno nacional. Inclusive con la experiencia vista en Europa y en Asia, vamos por buen camino. Ahora, eso no evita, ni va a evitar, los efectos económicos y sociales que todo el mundo describe. En realidad, esto dejó al desnudo buena parte de los problemas estructurales que tiene la Argentina. Por ejemplo, el Banco Central emitió un conjunto de disposiciones que podrían haber sido tomadas con anterioridad, porque el problema excede a la actual coyuntura, como es el caso de restringir la tenencia en manos de las entidades financieras de las Leliq. Ese conjunto de restricciones que ya comenzó seguramente desembocarán en la disminución de la tenencia de estos instrumentos a nivel global. Por otro lado, es destacable la disposición de atender la demanda de las pymes para financiar capital de trabajo con una tasa del 24 por ciento anual, para atender al menos en un 50 por ciento el pago de sueldos y proveedores, para decirlo en forma sintetizada. También hubo una restricción para la distribución de utilidades para los bancos. Esto tiene un doble impacto: en el caso de los extranjeros, evita la presión sobre el mercado cambiario a los que pretenden llevar sus dólares a su casa matriz; y, en general, reduce la expansión de dinero provocada principalmente por este motivo, de alguna manera para atenuar la fuerte expansión que va a venir de la mano del conjunto de disposiciones oficiales que se tomaron para atender a los sectores más vulnerados. Las partidas más importantes implican la atención de 7 millones de casos, que son casi 11 millones de personas que van a ser alcanzadas por este conjunto de beneficios para poder pasar la emergencia.
— Cuando asumióAlberto Fernández se abrió una discusión sobre la velocidad que tomaba su política económica ¿Esta crisis está aceleró la puesta en marcha del plan B, que no antepone la reestructuración de la deuda?
—Coincido. A lo mejor habría que matizarlo con algunas cosas. Pero está claro que la táctica del gobierno nacional entrante fue ir despacio. Esta situación emergente, que su vez instala problemas urgentes, requiere respuestas que no pueden ser tan lentas o espaciosas en su desempeño como lo eran las pensadas por el gobierno nacional. Recién ante esta situación decide desarmar las Leliq, cuando lo podría haber hecho el 11 de diciembre. Creo que el gobierno nacional debe haber elegido con quien pelearse, intentando pelearse con casi nadie, cosa que es imposible en una situación como la actual. Pero esta coyuntura pone de prepo en la agenda algunas cuestiones que ni el gobierno nacional, ni nadie, quería discutir. Claro que se trata de un conflicto político, de elección de intereses, que seguramente van a venir recargados en la mesa de discusión.
—¿La reestructuración de la deuda pasó a un segundo plano?
—No sé si pasa a otro plano. Lo que sí se, es que se van cerrando los caminos y la única alternativa que queda es patear el tablero. Porque los acreedores externos, fundamentalmente las entidades que administran la tenencia de bonos, son buitres por naturaleza. Me parece que están complicando toda posibilidad de negociación. También hay que ver otros planos. Por ejemplo, en el tema salarial por ahora está demasiado tranquila la cosa. En la mayoría de los acuerdos salariales que se hicieron o se están haciendo, no sólo no se recompusieron los poderes de compra que tenían los salarios en 2015 con el gobierno de Cristina Fernández, sino que además hay algunos arreglos que presentan muchas dudas sobre la capacidad de reestructuración del mercado de consumo que pueda haber. Es decir, esto no se mueve si no hay una alteración significativa del poder de compra de la población. Las decisiones del gobierno estuvieron bien dirigidas sobre los sectores más vulnerados, pero no alcanza con eso. Porque la parte de la población dañada con lo que ocurrió durante el macrismo, es bastante más grande que el sector más vulnerado. Y creo que desde el punto de vista de la construcción política, en vista que el año que viene hay elecciones de medio término, habría que incorporar eso a la agenda. De lo contrario nos vamos a llevar una sorpresa poco grata.
—¿Hay algún otro tema en el cual el gobierno debería enfocars con esta coyuntura ?
—En el tema energético se tomaron algunas medidas que uno puede interpretar como de coyuntura, como el tema del congelamiento tarifario, de la mano de un conjunto de planificaciones que me parecen muy interesantes vinculadas con algunos cambios de paradigmas respecto de qué hacer con la explotación de los hidrocarburos. Esto anima una fuerte discusión al interior del propio gobierno nacional. Después, tenemos claro que esta emergencia no permite pensar en algunas cosas más en detalle. A mí me preocupa mucho el tema de Santa Fe, el apagón informativo, que no permite saber exactamente en qué situación están las finanzas provinciales. Hay información suelta, discursos parciales, porque no hay información oficial. No sabemos si estamos igual, peor o mejor.
—El gobierno nacional, a su modo, está tratando de llevar adelante políticas activas en materia económica. Y daría la impresión de que, adicionalmente, tiene que ocuparse de reemplazar al Estado provincial en esa tarea ¿Coincidís?
— Esa es una de las impresiones. También uno debe entender que un gobierno nuevo, fuera el signo tiene que tomar control de la situación, el conocimiento, afianzarse. Lo que me llama la atención es que, en general, en materia provincial lo que se vio no es un cambio de paradigma ni mucho menos, sino una decisión de sentarse arriba de la plata, recuperar los niveles del Fondo Unificado de Cuentas Oficiales (Fuco), suspender o prorrogar pagos y parar todo incremento salarial, desde una perspectiva muy fiscalista que, en realidad, es bastante contraria al criterio y espíritu que anima al gobierno nacional. No se devuelve capacidad al Estado limitando su accionar y su financiamiento al sector privado, sean trabajadores, empresas, regiones, zonas, municipios o comunas, sino todo lo contrario. En su momento el gobernador Perotti planteó que no quería encarar determinado tipo de acciones porque eso lo hubiese empujado a tener que tomar préstamos a una tasa altísima con el Nuevo Banco de Santa Fe. No quiero repasar la historia de cómo fue la privatización, pero esto tiene que ver con lo que se hizo antaño y todavía no fue reparado por nadie. Las limitaciones que hay en materia de financiación tienen que ver con eso.
—Los gobiernos del mundo inyectaron fondos para tratar de evitar que se profundice la recesión y se recuerda la crisis de 2008 y el rol del Estado ¿Hacia dónde va la economía global?
—No me animaría a dar un diagnóstico porque me parece demasiado grande. Sí puedo señalar algunas cosas. Por ejemplo, algunas situaciones se parecen al 2008, si bien son cualitativamente diferentes, en el sentido que los Estados son los garantes de última instancia para salir del pozo. Ahora, el parate del comercio internacional no tiene que ver sólo con el tema del coronavirus sino que es la consecuencia, y en todo caso más que eso, parte de los coletazos de lo que dejó la llamada crisis de las hipotecas subprime del 2008, de la cual todavía no salimos. Eso hay que mirarlo. Porque el precio internacional de las commodities está asociada, por un lado, con el impacto diferido de lo que fue el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, catalizado hacia arriba hasta el punto de inflexión que fue la crisis subprime de 2008. Es un proceso que generó movimientos muy significativos en materia comercial, de precios, de flujos de inversión. Y ahora se suma el coronavirus. Esta situación de crisis ya existía, en todo caso tomó otro color, otra intensidad, en algunos mercados en particular, pero no es muy diferente de lo que uno imaginaba que iba a pasar.