Los primeros días del año trajeron desazón e incertidumbre en todos los mercados internacionales, golpeados por las turbulencias de la Bolsa china y la fuga de capitales de ese país, a tal punto que los pronósticos sobre una nueva crisis global al estilo de la de 2008-2009 han ganado la primera plana de la prensa mundial.
Durante la semana, el ministro de Finanzas de Gran Bretaña, George Osborne, se sumó al pesimismo del magnate financiero George Soros, quien ya había señalado que la economía mundial está en una situación parecida a la de 2008 y, sin llegar a tanto, advirtió que 2016 será el año más duro a nivel económico mundial desde la crisis de Lehman Brothers.
El diagnóstico de Soros, formulado en un foro económico en Sri Lanka, está basado en una lectura compartida por otros destacados economistas y funcionarios económicos internacionales, quienes creen que China atraviesa una fase de ajuste después de seis años de una inyección masiva de fondos estatales en el sector inmobiliario y financiero, con el objetivo de contrarrestar y revertir la crisis iniciada en 2008.
En este sentido, la visión del financista húngaro se corresponde con la evolución del PIB chino que ha pasado de tasas de crecimiento del 10% hasta 2010 hasta los niveles actuales del 6,3%, así como con la venta masiva de acciones y la creciente fuga de capitales que, sólo en diciembre, supuso una caída de 108.000 millones de dólares de las reservas internacionales.
En un contexto de transición, al menos en las intenciones de las autoridades chinas, de una economía manufacturera y de exportación, a otra que ponga el foco en el consumo y la expansión del mercado interno, la producción industrial china viene descendiendo.
Pero también se complica su comercio exterior, ya que sus exportaciones chocan con un comercio mundial en descenso por la caída de la demanda en los países centrales y emergentes.
Esta realidad, a su turno, golpea a estas últimas naciones, que vieron crecer sus economías gracias al tirón de la demanda china de sus materias primas durante estos años.
Devaluación del yuan. Al mismo tiempo, China ensaya y logra avanzar lentamente en una política de devaluación controlada del yuan que, desde julio, ha perdido un 6% de su valor frente al dólar, y hace crecer el temor entre sus socios comerciales de Asia, en primer lugar Japón, que ven revalorizarse sus monedas y, con ello, una pérdida de competitividad de sus productos.
La reaparición del fantasma de la crisis de 2008-2009 ya se había planteado en agosto pasado, cuando las Bolsas chinas se hundieron y la masiva intervención del Estado, lo mismo que ahora, logró ponerle un coto al desplome y superar, hasta ahora, el peligro de un derrumbe bursátil y financiero en regla.
Ahora, en los primeros días del año y con el precedente de la fuga de capitales de diciembre y la crisis de agosto, el fantasma se hace presente nuevamente, incluso con más fuerza, ya que inversores como Soros y gobernantes como Osborne casi identifican el desplome chino con el preludio a otra recesión mundial.
La idea no es nueva ni cae del cielo. Se viene discutiendo ampliamente en los mentideros económicos y políticos de los países centrales desde hace unos dos años. China es hoy la mayor economía del planeta en términos de producción de bienes y servicios, por lo que la fuerte caída en el ritmo de crecimiento de su PIB golpea seriamente a la tasa mundial de crecimiento, particularmente a los productores de materias primas (emergentes) o de bienes de capital (Alemania) que tienen en el gigante asiático su principal mercado.
Pero, a su vez, Pekín guarda una relación de dependencia de la economía mundial aún mayor que la tiene ésta de la economía china, en la medida en que sus exportaciones, elemento clave de su entramado económico, dependen totalmente de la demanda de las naciones desarrolladas y emergentes.
Así puede verse hoy en los casos de Rusia y Brasil, dos países duramente afectados por la caída de los precios de las materias primas y del petróleo, sumidos en una profunda recesión, con fuga de capitales y crisis financieras en ciernes.