Tantas vidas, tantos mundos. Después de 24 años transitando los pasillos y las salas del Hospital Carrasco de Rosario, la médica Valeria Spanevello ha sido testigo de innumerables historias clínicas y de las otras, las que finalmente quedan grabadas a fuego en su corazón. Es que la profesional de 51 años, jefa del servicio de Clínica de esta institución pública que depende de Salud municipal, está convencida de que hay al menos dos medicinas: una, la de los libros, los papers, el instrumental y la farmacología; la otra, la de la caricia y la palabra.
Cuenta que durante la secundaria no era la típica chica que quería ser doctora. "En ese momento no había tantos recursos para la orientación vocacional. Y dentro de las carreras que existían me gustó medicina. Creo que la elección tuvo que ver con que siempre quise ayudar a la gente y me pareció que siendo médica podía hacerlo", comenta.
Fue una estudiante feliz. Con grandes compañeras y buenos docentes. "Me recibí en la universidad pública en una época difícil porque había muchos paros. Sin embargo, nos apoyábamos con quienes estudiábamos y pudimos terminar bien la carrera".
Hizo la especialidad de Clínica Médica en el Hospital Centenario. Después supo que en el Carrasco se estaba desarrollando por primera vez un servicio de clínica, y no dudó en acercarse. "Estuve años como médica del staff hasta que hubo un concurso que me permitió ser la jefa del servicio".
Con entusiasmo y también alegría, Spanevello habla de su profesión. De tantas experiencias y aprendizajes. De su rol como educadora. "Soy docente con mis alumnos (cuenta que le gusta estar rodeada de gente joven y que aprende mucho de sus residentes) pero de alguna manera, una también hace docencia con los pacientes".
Una vocación que quizá ya estaba presente en su vida cuando en los últimos años en María Auxiliadora cursó la orientación pedagógica.
Comunicación
Valeria Spanevello dedica parte de la entrevista a hablar de la importancia de la comunicación médico-paciente. Entonces piensa en sus padres: "Mis viejos eran gente muy humana", resume, sin ocultar la emoción. "Esa humanidad que mamé en mi casa es la que intento no perder nunca en el ejercicio de mi profesión".
A los residentes les digo: "Prefiero que le dediquen el tiempo necesario al paciente, a escucharlo. Si alguien te está pidiendo que le informes sobre su situación cinco veces al día, es porque lo necesita, porque está angustiado. Definitivamente no todo es patología".
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
El contagio
Este año, el de la pandemia, fue especialmente intenso para el Hospital Carrasco. En lo que parece haber sido el pico de contagios en la ciudad (parte de septiembre y octubre) el nosocomio llegó a tener las camas al tope.
Además de lo intenso que vivió y sigue viviendo Spanevello a nivel profesional, el 2020 le deja una marca muy profunda: "Me contagié, y yo que no tengo comorbilidades, y con 51 años nunca pensé que la iba a pasar tan mal. Me internaron y hubo días en los que sentí que me moría", confiesa.
Aunque en el Carrasco recibieron a cientos de personas con diagnóstico de Covid la tasa de contagios entre el personal estuvo controlada. La experiencia previa en el manejo de las medidas de protección hizo sin dudas la diferencia. "Tuvimos pocos casos entre los equipos, pero a mi me tocó", cuenta.
Estar del lado del paciente la hizo pensar y repensar en muchas cosas, no sólo en sus cuatro hijos, su familia, en lo que podía pasar si las cosas se ponían peor, sino también en cuál es la mejor manera de hacer medicina. "Son muchos días en los que estás sola con una enfermedad cambiante, desconocida. En el Carrasco tenemos muchísima gimnasia con lo respiratorio porque atendemos cantidades de enfermos con tuberculosis, personas con otras enfermedades infecciosas graves, sin embargo, lo que enfrentamos con el Covid es totalmente distinto: he visto complicarse en 48 horas a personas que venían bien. Por eso, estar en ese lugar, del otro lado, con la enfermedad a cuestas, me sacudió emocionalmente y me ayudó a pensar en cómo mejorar más y más como médica". De allí que asegure: "Estoy convencida, como nunca, de que por un lado está la patología y que uno como profesional debe ofrecer las drogas adecuadas, los tratamientos correctos, pero eso no funciona sin lo otro, sin el contacto humano, sin la escucha".
Cuidados y reflexiones
El año está a punto de terminar. Los casos de coronavirus bajan de a poco aunque algunos días los números crecen y las alarmas vuelven a encenderse. Es que todavía, dice la médica, "no tenemos nada específico para esta enfermedad: ni tratamientos ni vacunas". Por eso pide, en su nombre y el de todas las personas que sostienen con enorme esfuerzo y sacrificio el sistema de salud, "que la gente no se descuide, que no crea que ya pasó". Y agrega: "Como médica siento muchas veces impotencia y hasta dolor cuando veo que las personas andan sin barbijo o que se amontonan para ir al río o tomar un café. La mayoría de nosotros no sale de su casa más que para trabajar y también tenemos hermanos, amigos, gente querida con la que queremos juntarnos. Al Carrasco siguen llegando todos los días pacientes con fiebre y aunque los positivos disminuyeron nada nos asegura que no tengamos otra subida de casos".
A mediano plazo, Spanevello es optimista: "Esto es entre todos, y si nos comprometemos con el otro, si nos cuidamos y cuidamos a los demás, vamos a estar listos para la vacuna en unos meses y también para los tratamientos que se están probando. ¿Si tengo esperanzas? Sí, confío en la ciencia, en todo lo que se está poniendo para sacarnos de esto. Hemos atravesado en el mundo situaciones tremendas y las superamos. Y en cuanto a lo social, saldremos si logramos poner el bien común sobre el individual".