Santa Fe.— El intendente de local, el radical Mario Barletta, al cumplir su primer mes en el
cargo, contó las irregularidades y rarezas con las que se encontró al llegar tras casi 24 años de
gobiernos peronistas. Quizá la revelación menos sorpresiva fue haber hallado obras públicas que en
los registros figuran como hechas pero que en la realidad no existen, porque ese escándalo ya había
estallado antes de que su antecesor, Martín Balbarrey, se fuera.
Una anomalía que causó sorpresa es que no haya baños para mujeres en el
piso en el que el intendente tiene su despacho. Si lo visitara la presidenta de la Nación y, por
ejemplo, pidiera ir a empolvarse la nariz, se le debería sugerir que suba a otro piso.
Acostumbrado a gobernador estructuras y manejar cuantiosos fondos, el ex
rector de la UNL tuvo que admitir que no esperaba encontrarse con las condiciones en que trabajan
los empleados del municipio de Santa Fe. “Desastrosas”, según su propio calificativo.
Relató el intendente que las infrahumanas condiciones laborales la
sufren los municipales santafesinos no en los corralones sino en los despachos ubicados en cada
piso del palacio en las que una sempiterna decadencia fue ganando los espacios, los mobiliarios y
las personas.
Sin trámites jubilatorios. Hay casi 500 empleados en condiciones de jubilarse —entre
ellos dos mujeres, una de 81 y otra de 78 años— a los que el municipio no les inició los
trámites.
Del palacio de la UNL al municipal, Barletta parece haber saltado un
abismo parecido al que hoy separa al Primero del Tercer Mundo. En el municipio parecieran no
existir dos muebles idénticos y, lo que es peor, dos sanos. No hay sistema informático en el 90% de
los despachos e Internet resulta poco menos que inexistente. “No hay baños para damas pero el
de hombre tiene letrina”, dijo Barletta, en referencia al que él y sus dependientes y
visitantes masculinos tienen que usar.
También el intendente habló de la burocracia. Contó que hay una orden de
cobrar cinco pesos por todo trámite que se inicia por mesa de entradas. Como es engorroso no
cobrarlo, los empleados cortaron por lo sano: papel que se quiera ingresar deberá pagar $5 pesos.
“Por ello es que se llegó al absurdo de que gente que vino a traer tarjetas de salutación de
fin de año tuvo pagar ese monto”, ejemplificó.
Obras virtuales. Barletta recordó un cartel sobre el bulevar Pellegrini y Gálvez que
detalla la remodelación integral de esa arteria, la más crucial de la ciudad no sólo porque la
cruza de éste a oeste sino porque deriva el tránsito que ingresa del túnel subfluvial. La obra
tenía financiamiento del gobierno nacional.
La remodelación no está hecha y no hay registro de que el gobierno
central se haya comprometido a pagarla.