Facundo Gabriel Solimo tiene 28 años y es de Pueblo Andino. El 15 de abril emprendió un viaje que lo llevó al norte argentino, a Bolivia y Perú, hasta que recayó en Ecuador. Hace ya algunos días, se comunicó con su familia para decirle que quería volver y necesitaba dinero. Se lo giraron. Lo cobró. El 22 de agosto se comunicó por última vez con sus familiares y les anunció que estaba en camino a la terminal de ómnibus de Quito. Fue la última vez que supieron de él.
Su hermana Murina, de 15 años, recuerda que Facundo siempre estuvo en contacto, "si no era por celular, lo hacía desde una cabina telefónica. Pero siempre llamaba y estábamos al tanto de lo que le pasaba", rememora la adolescente que inició, junto a su madre Alejandra, la búsqueda de paradero de su hermano.
"Nos comunicamos con un grupo de mochileros que tiene como 17 mil miembros. Se llama «Mochileros Ecuador, el mundo en una mochila». Sabemos que están pegando carteles en Quito pidiendo información sobre mi hermano", cuenta la hermana.
Es que la familia no tiene novedades de su paradero desde aquel martes 22 de agosto, cuando se encontraba en Quito, como todo hace indicar. No recuerdan exactamente desde cuándo está en la capital ecuatoriana, pero saben que había recalado en un barrio llamado Lamarín, en un hostel donde compartía habitación con un muchacho colombiano y uno venezolano. Desconocen sus nombres. Saben, sí, que la búsqueda internacional ya comenzó.
Facundo es un viajero. Esta vez se lanzó a recorrer Sudamérica, aunque cuando tenía 18 años ya había emprendido un viaje de mochilero, aunque con un itinerario más corto, por el norte argentino.
Con la familia
LaCapital estuvo en la casa de San Juan al 500, en Pueblo Andino, a 40 kilómetros de Rosario. Una casita tipo chalé, con jardín delantero, una galería al costado que hace de garaje y patio trasero. La perra bóxer y el rottweiler se pasean por la propiedad. Son más buenos que el pan.
Adentro, Alejandra y Murina no se desprenden de los celulares. Chequean las llamadas y los mensajes de whatsapp una y otra vez, van hacia atrás buscando fechas y pistas, tratando de escuchar la voz de Facundo, que a veces no llega todo lo nítida que ellos quisieran.
En presencia de este diario, reciben una llamada de Cancillería, donde les preguntan por novedades y les dicen que se están haciendo los contactos internacionales. Ya las habían contactado la noche anterior.
Murina vuelve atrás y escucha un mensaje que sería de la embajada argentina en Ecuador. Les dicen que están a la espera de la notificación de Cancillería para iniciar la búsqueda a través de la Dinased, que indaga el paradero de las personas desaparecidas en ese país, y el ECU 911, servicio coordinador de policía de Ecuador, así como con todos los puestos migratorios, porque una posibilidad es que salte en el sistema. También les aclaran que las fronteras son más abiertas y que cabe la posibilidad de extender la búsqueda a Perú.
La familia de Alejandra, Facundo y Murina se completa con Carlos, el papá de la chica. El padre biológico de Facundo vive en los Estados Unidos, y ya está al tanto de las novedades, cuentan.
El muchacho, de 28 años, vivió con la familia en Rosario hasta que hace siete años se trasladaron a Pueblo Andino. El 15 abril emprendió viaje con el objetivo de recorrer Latinoamérica como mochilero, un itinerario por el que optan muchos jóvenes.
Esta vez, después de llegar a Quito, se comunicó con la mamá, Alejandra, el 17 de agosto, feriado en la Argentina. Aquél día, le dijo que quería volver pero estaba escaso de dinero. En el celular de Alejandra aparece el mapa donde estaba alojado. Se hizo el giro a través de WensternUnion. Supieron que lo había recibido, y el 22 del mismo mes Murina llegó a contactarse.
Rumbo a la terminal
Facundo le dijo a Murina que ya iba camino a la terminal. Empezaba el regreso, pero nadie sabe a ciencia cierta si llegó a abordar el transporte.
El 23, Murina vio que estaba en línea, lo estuvo hasta las 13.40. A partir de entonces, no hubo ningún tipo de contacto, y todos los intentos de la familia fueron vanos.
Alejandra radicó la denuncia en la comisaría de Pueblo Andino, se comunicó con la Cancillería y con la Embajada argentina en aquel país. La familia busca que la desaparición trascienda rápidamente las fronteras del pueblo, de la provincia y del país.
Una vecina llega y cuenta que un familiar averiguó que Facundo atravesó la frontera de Tilcara, con Bolivia, la mañana del 13 de agosto pasado. En ese comedor familiar, donde ya está también Fabiana —tía de Murina—, reina la confusión.
Facundo mandó videos sobre la Fiesta de la Luz en Quito, que este año se celebró entre el 9 y el 13 del mismo mes. No puede haber estado en dos lugares tan distantes al mismo tiempo. Y si cobró el giro que mandaron a la capital ecuatoriana, es porque estaba en ese país. Es mejor esperar y tener novedades oficiales. La incertidumbre es desconcertante y tortuosa.
"Si le hubiesen robado el celular, como ya pasó, se habría comunicado por medio de una cabina de teléfono. Realmente no sabemos qué pudo haber ocurrido", comenta la mamá, consternada por la situación y la falta de información del paradero de su hijo.
"Lo único que quiero es verlo cruzar aquella verja, lo demás no me importa, quiero a mi hijo", dice, y rompe en llanto. Está shockeada. Le da su celular al cronista de este diario para que revise "todo lo que quiera". No es fácil ni cómodo husmear en las charlas privadas entre una madre y su hijo, aunque en general, son comentarios triviales.
Murina pone el altavoz del celular y se escucha: "Ahora estoy yendo para la terminal y tomo el colectivo para allá". Es Facundo. Y es el último registro de su voz.
Angustiada. La mamá de Facundo muestra la foto de su hijo, del cual no tiene noticias desde hace 15 días.