"El origen del libro es la dificultad de estar vivo", dijo la escritora Laura Alcoba, al
presentar en Rosario su novela "La casa de los conejos", en la que reelabora una experiencia de
infancia en que se asocian la última dictadura militar, la militancia clandestina y la vida en el
marco de la represión.
Alcoba (La Plata, 1968) vive en Francia desde los diez años. "La casa de los conejos" (Manège,
en su versión original, en francés) apareció con el sello Edhasa y fue presentada el miércoles en
el Museo de la Memoria de Rosario, ante un público que colmó el hall de la Estación Rosario
Norte.
Siendo una niña, Alcoba compartió la militancia clandestina de sus padres, ambos integrantes de
Montoneros. La casa aludida en el título fue uno de los lugares donde vivió con su madre y otros
militantes, entre ellos Diana Teruggi. Tras la pantalla de un criadero de conejos funcionaba allí
la imprenta donde se hacía el periódico Evita Montonera.
Alcoba y su madre abandonaron la casa de que Diana Teruggia diera a luz a Clara Anahí Mariani,
una de las bebés que fue secuestrada por la dictadura y cuyo paradero todavía no fue
determinado.
"Llevé el libro adentro mucho tiempo. Lo empecé a escribir en 2003. El punto de partida fue el
problema de haber sobrevivido, sentir una culpa muy grande, pensar por qué nosotros, mi padre, mi
madre y yo nos salvamos habiendo estado con tanta gente que está del lado de los desaparecidos",
dijo Alcoba, luego de una introducción en que el escritor y periodista Pablo Makovsky se refirió al
modo en que la infancia y la ficción se tramaban en el libro.
Alcoba contó que comenzó por escribir fragmentos desconectados, a los que llamaba instantáneas:
"Era reconstruir el álbum que tenía en algún lugar". En principio trabajó con las voces de dos
personajes, uno adulto y otro infantil, hasta que resolvió privilegiar el segundo. "De la voz
adulta quedó un marco mínimo, el capítulo sobre la palabra embute (el término que designaba el
escondite de la imprenta), uno de los primeros que escribí. Embute era para mí una palabra común,
aunque yo sabía que no había que repetirla fuera de casa", precisó.
"El embute" fue uno de los títulos que consideró para la novela. En la edición francesa quedó
descartado porque su pronunciación podía ser asociado a la de "l´embut", el gol. Y en la edición
argentina, el editor consideró mejor "La casa de los conejos", que también había sido uno de los
títulos pensados por Alcoba durante la escritura. La palabra embute, de origen lunfardo, fue de
circulación corriente entre los militantes de los 70, para designar el escondite de todo lo que
podía ser comprometedor, en general armas o publicaciones.
No obstante, para la autora el mejor título es el de la versión francesa, "Manège". Una palabra
cuya carga de sentido se pierde en su equivalente castellano, calesita. "Manège evoca el movimiento
de la memoria, esos recuerdos que giraron sobre sí mismos en mí como una calesita obsesiva", dijo
Alcoba, quien confesó que "durante dos años y medio" -hasta que llegó a Francia- se abstuvo de
preguntar a su madre qué había pasado con los otros ocupantes de "la casa de los conejos".
Otra decisión gravitante en la novela fue su distanciamiento de posturas cristalizadas respecto
a los años 70. "Quise evitar tanto la trampa de la reivindicación como la trampa del
cuestionamiento generacional", dijo Alcoba.
Los cruces de biografía y ficción son el soporte formal de la novela. "El material es
autobiográfico -destacó la autora-. Las escenas son todas auténticas, o tal como las tengo en mi
memoria. Pero yo quería que el libro se leyera como una novela: cuando una historia se lee como
ficción, el lector se la apropia. Trabajé los silencios. Quise sugerir y no decir; explicar mi
dolor me parecía una exhibición obscena".
La biografía marcó también el momento de inicio de la escritura -cuando Alcoba regresó al país y
visitó la casa en que había estado escondida, con su hija- y sus problemas: "El origen del libro es
la dificultad de estar vivo. Y otra dificultad era cómo podía hablar de una militancia que yo no
había elegido y de la que mis padres nunca hablan".
"La casa de los conejos" fue traducida del francés por Leopoldo Brizuela. "No quise hacerlo yo
-dijo Alcoba-. Hubiera sido escribir otro libro. Leopoldo hizo un trabajo excepcional y extraño,
más que una traducción, porque fue trabajar con una lengua de origen ausente".
La presentación tuvo momentos emotivos y se prolongó en un extenso debate. Laura Alcoba destacó
además la concepción de la Museo de la Memoria de Rosario, "un lugar donde se reciben creaciones,
donde hay creaciones vivas y no se tiende a museificar, con todo lo que eso significa".