La literatura como un acto de reparación
La literatura como un acto de reparación
El hijo judío, de Daniel Guebel.
Random House, 176 páginas, $329.
Brillante y oscura, El hijo judío es una delicada arqueología de la obstinación de un niño que reclama la atención de sus padres. Una descarnada confesión de las múltiples coartadas para ganarse un espacio de aprobación en la conflictiva escena familiar. Un pequeño tratado sobre el exceso de amor y el desamor. Sin ceder a la idealización de la infancia ni al regodeo en el dolor, Daniel Guebel disecciona su tempranísima conversión al sueño de la literatura como un acto de reparación.
Un clásico y su primera traducción al español
Castigar y asistir, de David Garland.
Siglo XXI, 400 páginas, $629.
Publicado en 1985 y traducido por primera vez al español, este libro se cuenta ―a la par de Vigilar y castigar de Foucault, y Cárcel y fábrica de Melossi y Pavarini― entre los clásicos para pensar la historia de la penalidad y, a partir de ella, entender las formas que asume el castigo en las sociedades contemporáneas. Al analizar las formas de castigo en relación con el orden social y con las luchas políticas e ideológicas, Garland propone un trabajo fascinante y preguntas que tocan el presente.
Una novela inquietante, con el lenguaje como eje
Lingua Franca, de William Thacker.
Edhasa, 208 páginas, $375.
Hay un problema con los nombres de los pueblos y las ciudades, pero alguien ha pensado en la solución. El problema es que suenan viejos: no atraen al turismo, no atraen inversiones, languidecen, como sus habitantes. La solución es el cambio, renombrarlos. Pero muchos se oponen al proyecto. Hay violentas discusiones, amenazas, atentados. Lo que está en juego es prácticamente vender la historia y el lenguaje a las empresas. William Thacker escribió una novela sorprendente.
Otro tesoro del cofre de Roberto Bolaño
El Tercer Reich, de Roberto Bolaño. Alfaguara, 336 páginas, $399.
Se conoce por "juego de guerra" a aquel que recrea y simula un enfrentamiento armado a cualquier nivel, sujetándose a reglas para el desarrollo del mismo. El alemán Udo Berger es campeón de esta disciplina en su país. Los juegos de guerra son al tiempo su profesión y su obsesión; ocupan su vida e invaden su pensamiento a todas horas. Incluso durante el viaje que realiza con su novia Ingeborg a la Costa Brava. Otra de las obras escondidas en el inagotable arcón de Roberto Bolaño.