El taller literario de Marcelo Scalona, situado en la bajada Laprida, ha cobijado a cientos de alumnos desde el año 2000. Cincuenta y cinco de ellos unen sus plumas en un volumen que también da origen a un sello editorial
El taller literario de Marcelo Scalona, situado en la bajada Laprida, ha cobijado a cientos de alumnos desde el año 2000. Cincuenta y cinco de ellos unen sus plumas en un volumen que también da origen a un sello editorial
Se los ve venir. Hay algo del tono, de cierto pudor, un estilo o voz especial, en algunos hasta algo del orden del espíritu, "como un silencio o vacío interior, que es una señal también", describe Marcelo Scalona a los escritores que han pasado por su taller. Y aclara: "El talento se nota en los primeros textos que traen. Pero luego está el tema del carácter o la voluntad. Ser escritor es un laburo titánico. Los que serán son aquellos a quienes vos les mencionás diez libros y leen once. Y cumplen todas las consignas de escritura. Escriben tanto como Cortázar (lo más común), como Lorrie Moore o Perlongher".
De estas escrituras nace la primera Antología de la calle inclinada. El libro reúne relatos, cuentos y poemas de 55 talleristas que pasaron por Laprida al 500, la calle más inclinada de la ciudad. Y que, como diría Roberto Arlt, supieron domar la letra "con prepotencia de trabajo". "Varios de los textos son de cruce: con la idea de la escritura en proceso más que del resultado —explica Scalona—. Poemas narrativos, prosas poéticas, crónicas ficcionadas, parodias. Incluso, hay fragmentos de novelas en proceso".
La idea de la antología surge como necesidad de expresar el trabajo de 17 años de taller. Como en toda antología —como en todo recorte— hay en ella, inevitablemente, una selección. Al respecto, dice Scalona: "Aunque siempre es incompleta e injusta, esta selección sirve para reflejar el nivel de estudio y la calidad textual de muchos escritores y poetas de Rosario, de distintas generaciones, estilos o desarrollo. Una especie de equilibrio entre antigüedad, obra y calidad de los textos. Algunos con oficio, otros con carreras literarias, pero todos comprometidos con el lenguaje, el periodismo, la ficción o la poesía. Un taller no fabrica escritores, pero los ayuda, acompaña, orienta, estimula. Ya tengo más de mil fichas de personas que pasaron por el taller, pero hay un núcleo de 70 u 80 que realmente son escritores. Eso quiere reflejar el libro. Me quedaron en el tintero cuatro o cinco autores que deberían haber estado. En la próxima lo enmendaremos".
Además, el título inaugura la editorial Los Libros de la Calle Inclinada. El nombre, recuerda Scalona, surgió cuando una alumna, Lucía Andreozzi, dijo una vez: "Un buen taller literario tiene que estar en una calle inclinada". Marcelo reflexiona: "Es bien de Cortázar esa idea, o de Perec, bien del surrealismo, el arte no puede estar en un plano seguro. El vertical, parece autoritario, y el horizontal, anodino".
La editorial naciente busca ampliar los límites más allá de los autores del taller y de Rosario. Habrá en sus anaqueles poesía, ficción, ensayos. "El criterio —asegura Scalona— no es imprimir sino editar, hacer un catálogo de temas, autores, géneros, y hacerlo con criterio, corrección, distribución de los libros y acompañamiento con la crítica. No será tranquera abierta".
La editorial es una cooperativa y está conformada por escritores que han pasado por ese espacio. Marcelo Scalona es el director; Mariela Torres, la correctora; Germán Arese, el diseñador, y Mariana Terrile, la fotógrafa.
Diecisiete años de taller
Hay algo del deseo a habilitar la propia palabra que comienza a actuar en quien decide tomar clases en el taller. El juego con el lenguaje, la desautomatización de la mirada, y lo que no siempre se busca pero seguro aparece: la apertura a una nueva biblioteca. Lecturas que difícilmente puedan hallarse en el claustro universitario o en otros espacios de formación: los clásicos conviviendo con escritores que auguran un futuro promisorio, que escriben aquí y ahora, y que seguirán leyéndose por mucho tiempo más.
Para ingresar al taller de la calle inclinada primero habrá que completar una ficha: autores leídos, autores por leer, escrituras propias y ajenas. Una vez que la ficha esté completa, habrá que subir una escalera: paso a paso —letra a letra como se teje un texto— se irá forjando la pertenencia a ese espacio. Y a los afectos, que por añadidura llegan colmados de buenas lecturas.
Es difícil escapar de los itinerarios o de las genealogías que nos han marcado, al enseñar. Compartir la literatura es de algún modo compartir autores queridos. En el "taller de Marce" nadie quedará inmune de la prosa de Carver, Munro, Piglia, Saer, Ford, Bolaño, Zambra, Casas, Morábito, Lorrie Moore. Y los clásicos. "Los clásicos, todos", afirma Marcelo: "Onetti, Borges, Dostoievski, Arlt, Zymborska, Puig, Vilariño, Rulfo, Chéjov, Mansfield, Joyce, Chandler".
Hasta qué punto un taller literario influye en la literatura que se gesta en la ciudad, es difícil saberlo. Sobre todo un taller que lleva tantos años de recorrido, un clásico en la formación local. Uno de los indicadores podría ser el camino que, luego del paso por ese espacio, van delineando los talleristas:
"Cuando empecé en 2000 en el subsuelo del bar Faulkner, era una tertulia informal de tres amigos a los que les gustaba leer. Con los años se hizo una especie de escuela de literatura orientada a la escritura y producción de textos. Muchos de los autores de la nueva generación de escritores y poetas de Rosario, pasaron por mi taller. Obvio que un taller no fabrica escritores, muchos ya vienen sabiendo, y está el tema del talento o del genio, que es aparte, pero mi satisfacción es la certeza de que mi taller los ha orientado, acompañado y ayudado a empezar o consolidarse en la tarea. Y la verdad es que han sido cientos. El balance es muy bueno" afirma Scalona.
Entre estos escritores están Laura Rossi, Caro Musa, Natalia Massei, Matías Magliano, Tomás Boasso, los editores de El Corán y el Termotanque: "Son aviones, de oficio, talento, brillantes. En algunos de ellos, y otros que no estamos nombrando, hay una generación que puede poner un mojón en la literatura de Rosario, como en otras épocas fueron los poetas del Lagrimal o La Cachimba" resalta Scalona, quien presentó hace muy poco su última novela, El hotel donde soñaba Perón, y ya se largó a escribir dos obras breves: "Una sobre mi vecino del súper chino que está frente a casa, en Tablada: el chino, vigilante y repositor del chino, que no habla una palabra de español y con el cual nos vamos relacionando. Y otro texto, que no sé si será novela o crónica, es sobre Fabricio Simeoni, los días con Fabri, un diario de nuestra amistad. Pero son textos tamaño nouvelle, porque El hotel donde soñaba Perón me agotó y supongo que a los lectores también".
La Antología de la calle inclinada se presentará el próximo viernes 17 a las 19 en el Túnel 4 del Centro Cultural Parque España. Entre los escritores antologados figuran Ivana Simeoni, Alejandro Hugolini, Matías Magliano, Rosana Guardalá, Alejandra Rodenas, Luisina Bourband, Alejandra Mazitelli y Ramiro García, entre otros. Acompañarán a Scalona en la presentación Roberto Retamoso y Rosario Spina.