Hermana, qué habrá sido
Hermana, qué habrá sido
de las vacas de Tévez, las vacas que deben ser ordeñadas mañana.
Qué dios ha dado a luz ese brillo sobre el lomo, esas manchas como planetas
desorbitados ojos en los que habita Juno, su leche blanquísima que alimenta
a las crías de otras especies.
Y como nos decía el indio Bocarú: el
coraje se aprende en soledad
pero se manifiesta afuera, con los otros.
Sueño con la huerta realizada mientras miro naranjearse
el horizonte, ese no límite del límite.
Sueño que se alzan altivas las zanahorias, que tomates y lechugas cantan
enamorados del drenaje de la luz
donde el suelo es la gloria, una patria.
Reverdece todo a mis costados,
y de golpe suena
la locomotora de mis huesos.
Estoy viejo ya para algunas maniobras, pero nunca para el sueño,
y me vienen unas ganas locas de reír
y bailar con el viento.
Es sereno el confín de la alegría.
Arranca el tren de carga, la luz en el
espacio, cuando se esconde el sol, cuando se desesconde.
El arrullo de los pinos da tibieza
en la inmensa laguna de la infancia. Lo recuerdo desde este desarraigo que me
hizo cantar, y entonces,
¿quién era yo cuando el aire golpeaba las palabras
capaces de sobrevivir al cuerpo?
¿Un roce tendido en los pastos que se
suspenden como sueños, acaso
quietud?
(Estos trabajos forman parte del libro Charlas con Cuchúa, que será presentado el próximo viernes 10 de mayo a las 19 en el Complejo Cultural Atlas, con la presencia de la autora, Nicolas González Marzzucco y Sonia Scarabelli).