Es conocido el acervo patrimonial artístico y arquitectónico del cementerio “El Salvador”, que aparte de su función espiritual, cumple también la de museo histórico, artístico y arquitectónico. Histórico por los yacentes que hicieron historia en vida que incluye a los artistas y arquitectos que moldearon las esculturas, vitrales y herrería de los panteones y las mismas edificaciones de muchos de estos que conforman los museos artísticos y arquitectónicos. Además, el cementerio luce en su ingreso, el único monumento construido en el siglo XVIII que mantiene su estructura original intacta que le da un carácter de imponencia, válido para el significado del predio a que se ingresa. Fue obra del arquitecto alemán Ernesto Menzel, entregado en 1888 que, a término de arquitectos, lo realizó en lenguaje clásico griego, como propileo de orden dórico. En este pórtico resulta oportuno ubicar la idea del dios romano de las puertas, Jano. Es el de las dos caras opuestas, bifronte. Mito de la Roma antigua, propio, no pertenece a los representativos posteriores del panteón griego. Se le atribuía abrir las puertas al nuevo año y se lo invocaba el 1º de enero. De allí el nombre del mes januarius que pasó al janeiro portugués, palabra que se adicionó a lo que se creyó la desembocadura de un gran río descubierto un 1º de enero de 1502: Rio de Janeiro. El equívoco nombre dado a la Bahía de Guanabara, años después lo tomó la ciudad, que una canción la llama maravillosa. En el portal del cementerio resulta representativo porque sus dos caras señalan el pasado y el futuro que en este caso es también señalar dos mundos, que a partir de ese umbral mirando hacia adentro es el de los muertos y hacia afuera el de los seres vivos con futuro por delante.