Hace más de una año que comenzó la pandemia. Hace más de un año que estamos entre encierros y libertades. Hace varios meses que existen vacunas, que son la única solución para salir de esta pesadilla mundial. Pero en nuestro país las vacunas escasean, son compradas, distribuidas y asignadas por el gobierno. No importa si uno las puede pagar o no, todos obtendremos las vacunas en forma gratuita. La realidad es que en definitiva nadie las obtiene, porque aunque nos quieran contar que es la campaña de vacunación más grande de la historia, con sólo ver el número de casos, la cantidad de enfermos graves en terapia y el número de muertos, rápidamente nos damos cuenta que las vacunas que gratuitamente nos están dando, son totalmente insuficientes. ¿Cuál es la explicación lógica para que los particulares que tienen la posibilidad de pagar su vacuna, no puedan hacerlo? ¿O que los empresarios, o dueños de pymes o gastronómicos que quieran tener sus negocios y fábricas abiertos y produciendo, no las puedan comprar para sus empleados? ¿No sería mucho más lógico permitir que todos los que puedan pagar por vacunas lo hagan, y el Estado sólo se ocupe de los que no pueden? Seguramente ya se hubieran comprado 10 veces más vacunas, aún respetando la campaña de vacunación regulada por el gobierno nacional. Las vacunas son la solución, desde el punto de vista que se las mire. Desde lo humanitario, muere menos gente; desde lo sanitario, no colapsa el sistema de salud; desde lo económico, el país continúa productivo. Pero nuestros gobernantes no son capaces de dar un paso al costado y perder protagonismo. No pueden pensar en perder el rédito político que les daría ser “los que salvaron al país de la pandemia”. Y en ese afán de ganar votos, están matando gente.


























