Nuestra idiosincrasia es producto de una fusión, de un mestizaje, de un acercamiento entre culturas, lenguas y costumbres, que se caracteriza por la pasividad, la indisciplina, el incumplimiento de las reglas. Contradictoriamente aceptamos realidades, medidas, situaciones reprochables y permitimos el engaño, las mentiras y las burlas. En medio de una pandemia que está lejos de acabarse, jugamos a las escondidas. Cuando hace meses que diariamente superamos los diez mil casos, excepto los fines de semana, y los fallecidos, sumando y sumando a diario superan los cien mil; comenzamos, sin embargo, con una gran flexibilidad. Sin las dosis segundas de algunas vacunas, damos piedra libre y a disfrutar. No podemos analizar ni por sí ni por no si son necesarias las restricciones. De lo que sí somos testigos es de las idas y vueltas. Primero todos adentro, que ocasionó un estruendoso desastre económico y surgimiento de enfermedades ajenas al virus. En momentos varios salimos desesperados, festejamos campeonatos y se produjeron marchas de gran diversidad política. No entendemos. Ahora sostienen los sanitaristas -disculpas-, los políticos que es una oportunidad, la de reivindicarse con la gente y entonces por las que convienen ciertas libertades para la ciudadanía. No olvidemos la variante Delta amenazante. Todos los especialistas del exterior expresan que para enfrentarla es necesario contar con las dos dosis de las vacunas y hasta hablan de una tercera. Los argentinos nos sentimos a punto de repetir historias conocidas. El interrogante que hoy nos formulamos es ¿hasta cuándo seremos pacientes y aceptaremos vivir en el vaivén de las idas y vueltas, es decir en el universo de las grandes contradicciones? En este discurrir desencantado y crítico siempre aparece la esperanza como el lema de nuestras vidas. Si no fuera así, no creeríamos que el país pudiera transformarse. Los que lo hicimos, los que lo hacen ahora y los que lo harán, desde ya, sujetos pensantes, optimistas y libres de ataduras podrán elevar un universo sin contradicciones. Es conveniente recordar que somos y estamos para reedificar lo destruido.