Con un Poder Ejecutivo que no cesa de generar dislates tanto fácticos como discursivos, la UBA, la prestigiosa nave insignia de la formación universitaria nacional, con cinco premios Nobel en su haber, sucumbe en un oscuro y ominoso silencio. Y es que el Poder Ejecutivo lo ocupan dos graduados en esa casa de formación universitaria. Hay que sumar a esta mirada que el presidente de la Nación se jacta de ser docente de la misma, y la vicepresidente, de ser una “abogada exitosa”. Dijo por estas horas el presidente Fernández que la Corte podría ser acusada de “homicidio culposo”. Lo dijo muy suelto de cuerpo y sin dudar del concepto. Semejante falacia deberá ser reparada con una disculpa, o con sendas admoniciones tanto de la UBA (entidad que lo cuenta en sus filas docentes), como de la Corte en su carácter de tribunal máximo y rector de la credibilidad de la legislación vigente, sus procedimientos y su aplicación. Y en ese mismo sentido, deberían los fiscales, jueces y la misma Corte evaluar de oficio si los dos integrantes del Poder Ejecutivo no han incurrido en “abandono masívo de personas” a la par de “incumplimiento de los deberes de funcionario público” al no haber (pudiendo) implementado un programa de vacunación masiva frente a la actual crisis sanitaria mundial. El Ejecutivo tuvo no menos de 15 opciones de compra de vacunas y las desdeñó a todas. Queda a la vista que la crisis sanitaria se profundizará en nuestro país si no se establece como en otras oportunidades una política de Estado consensuada en tan delicado aspecto sanitario. Los tiempos de discursos de barricada y de maniobras arteras como los cortes compulsivos del sistema de transporte que redundan inevitablemente en un aumento de circulación viral, contagios y muertes, deben quedar atrás. Es tiempo de un consenso de base que permita abordar la siguiente etapa democrática y base de la República como lo son las elecciones de término medio. La otrora potente voz de la UBA, tanto en sus claustros, sus asociaciones docentes como en su alumnado, hoy ni siquiera es un susurro. Otra cuestión no menor y que exige un pronunciamiento definitivo de la UBA es el tema de la graduación como abogada de la vicepresidente. Tan sencillo como emitir un comunicado con fundamentos a la vista. ¿Se graduó o no se graduó? Expuesto así, como un dilema shakesperiano, la solución es harto sencilla. Y la probable punición también. Al resto de los mortales de este país ya nos la hubieran aplicado.