La llamada Ley de Educación Sexual Integral deja muchos interrogantes. Dado que se la califica de "integral", cabe preguntar qué concepción de hombre (genérico) se pretende trabajar. Si nos manejamos con una concepción materialista considerando al ser humano como un animal racional sólo con funciones biológicas, sensoriales, apetitos, instintos y pulsiones además de la razón, tendremos una visión simple y limitada. Si por el contrario consideramos al mismo como una unidad bio-psico-espiritual y social, la cuestión adquiere una dimensión amplia y delicada. Creo muy beneficiosa la información, centrada en el conocimiento somero del cuerpo, debiendo la misma ser temprana y clara, según la edad, a fin de tener niños y adolescentes con un adecuada información sobre su organismo, y en consecuencia también del aparato reproductor con sus nombres correctos. Sin duda es también muy benéfico toda prevención de abuso a través de la ESI, creando un espacio propicio tanto para la denuncia como para la apropiación de herramientas defensivas al respecto. Hasta ahí todo bien. Pero en cuanto a la formación, donde entran en juego los valores ético espirituales, que hacen tanto a la identidad sexual de nuestros hijos, pienso que es tarea irrenunciable e intransferible de los padres. Es importante distinguir la genitalidad de la sexualidad dado que no se trata de sinónimos. El primero alude a lo instintual y primario, lo segundo al ser integral, al que trasciende más allá de lo meramente físico o biológico. Si nos guiamos por la revista editada por el Ministerio de Educación de la Nación con la ayuda del Fondo de Población de Naciones Unidas enviadas a diferentes escuelas, podemos decir que trata sus contenidos fuera de todo parámetro moral. Allí se equipara la familia natural formada por un papá y una mamá, con las uniones vinculares contra la naturaleza que alteran la esencia del diseño original. Tampoco se relaciona el sexo con la pureza, la castidad, el amor genuino, el compromiso, la fidelidad, la permanencia, el matrimonio y la familia. Sólo se instruye para la práctica libre, y optativa de relaciones prematuras, centradas sólo en la evitación del embarazo y las enfermedades de trasmisión sexual, naturalizando la convivencia sexual adolescente. Se olvida que Dios es el creador del sexo, y quien puso principios y reglas para su manejo.