El río Paraná (“pariente del mar” en guaraní) nace en las sierras del sureste brasileño, en la confluencia de los ríos Grande y Paraná íba. Hasta su unión con el río Uruguay con el que forma uno de los deltas de agua dulce más bellos del mundo, su curso tiene aproximadamente 4.850 kilómetros de longitud, por lo que es el segundo río más extenso de Sudamérica después del Amazonas. Los guaraníes que desde el año 1000 navegaron el Paraná cuando su curso era colosal y bravío, no habrán imaginado que siglos después iba a sufrir una histórica, pronunciada y preocupante bajante. El 20 de julio pasado se midió en el puerto de Corrientes una altura de 29 centímetros, la misma que se registró en 1944. La insólita bajante que ya tiene una antigüedad de dos años, complica el funcionamiento de las tomas de agua en las plantas purificadoras, el trabajo de los pescadores, de toda la actividad náutica comercial y recreativa, y de la hidrovía que está produciendo pérdidas millonarias. Asimismo, es afectada la reproducción y desarrollo de algunas especies de peces, y en los humedales los incendios son más difíciles de controlar. El estado del río puede generar las cianobacterias, haciendo más delicada y costosa la potabilización. También puede ocasionar derrumbes de barrancas, un tema para la ingeniería hídroambiental. Su milenario paisaje fue modificado por la construcción de dos grandes represas: la brasileña de Itaipú y la binacional (argentino-paraguaya) de Yaciretá. Para algunos especialistas estas dos obras hídricas están contribuyendo a la bajante del río dado que le restan agua a su curso para mantener el funcionamiento. Pero otros expertos desestiman esa teoría. En general coinciden en que la bajante se debe a la ausencia de lluvias profusas en la cuenca brasileña del río y en el escaso caudal aportado por los ríos Iguazú (“agua grande” en guaraní) y Paraguay. También hay un convencimiento en que el cambio climático es el responsable de este fenómeno, aunque la aparición de dicho cambio requiere un capítulo aparte. Más por sentimientos que por la esperanza en lluvias salvadoras, todos esperamos que el Paraná que aun exhausto guarda el recuerdo de las antiguas jangadas del norte, vuelva a ser pronto el que siempre fue: el de barcos y pescadores; el de la coronación majestuosa en el Delta; el que pasa río abajo hacia el sur llevando formaciones de camalotes en las crecidas.