Ni siquiera ahora, y "cuesta abajo en su rodada", la ex presidente se privó de abusar del cinismo, la hipocresía y el embuste para negar una posible derrota y lanzar un "he ganado", ignorando de manera impiadosa a los muchos que la acompañaron como candidatos y a los cientos de sufridos militantes que le tuvieron la vela por más de nueve horas hasta avanzada la madrugada, esperando su aparición y obligados a soportar su extenso y tedioso discurso. Ella emuló a su marido cuando cayó derrotado, con aquellas vergonzosas testimoniales del año 2009 a manos del empresario devenido en político Francisco De Narváez. O ella misma, cuando exclamaba alborozada que había ganado "en su lugar en el mundo" e ignorando la soberana paliza que le había propinado Sergio Massa en 2013, sepultando para siempre aquella utopía y el sueño de "Cristina eterna". Párrafo aparte, y con relación a estas elecciones, creo que los dirigentes de Cambiemos deberían –en los casos de sentirse perdidosos o necesitados del voto de los indecisos– en el futuro, recurrir a ese joven periodista que apodan como una marca de fernet y que acosó con medias verdades y de manera inquisidora en el programa "Intratables" a la gobernadora María Eugenia Vidal, y que a mi humilde saber y entender, decidió a muchos televidentes indecisos que era lo que definitivamente debía votar.