Encontrar una persona con tal disposición de servicio, atenta a las necesidades de los clientes quienes, desconcertados la mayoría de las veces, desprovistos de información fehaciente, confundidos y maltratados, es una rareza digna de elogio. El Correo Argentino, conjuntamente con la Aduana, incurrieron en algo que puede tranquilamente llamarse estafa. Los paquetes del extranjero no podían recibirse supuestamente por la condición presente de aislamiento, hecho por el cual se ofrecía un servicio especial de entrega a puerta, a cargo del correo, que se pagaba aparte. Por cerca de un año a pesar de abonarse la suma que se requería, vía on line, Aduana no liberaba los paquetes, los cuales llegaron a ser cientos de miles. Las encomiendas no tenían valor comercial alguno, ayuda de amigos la mayoría. Se devolvían a los países de donde provenían y muchos se perdieron. Fui una de las víctimas de esta maniobra macabra y fue por esto que conocí a Virgina en “atención al cliente” del Correo Argentino. No creo equivocarme si digo que fue la mejor empleada que conocí desde mi regreso al país hace mucho tiempo. Su lucidez, conocimiento, inteligencia, respeto, buenos modales y sobre todo una total empatía con las angustias y sinsabores de este manejo, me obligan decir gracias Virginia, sin cuya ayuda no hubiera podido recoger mi paquete, que, dicho sea de paso, no fue entregado en el domicilio a pesar de haber pagado por este servicio, sino en Aduana del Correo Argentino, lo cual era una imposibilidad de acuerdo con lo que se planteó desde el comienzo de los interminables trámites.