La palabra sustentable es acomodada y tergiversada sin pudor. El mensaje político en su totalidad propone un crecimiento indefinido y permanente. Se trata de cantidad, no de calidad. El esquema planteado se basa en destruir para hacer. Se habla de los recursos naturales como si fueran pedazos de plástico o goma espuma. No se considera que están constituidos por seres sufrientes como nosotros, con derechos otorgados por la misma energía que da vida a los seres humanos. La clase política no lo ve, no lo sufre, no lo siente. El territorio de un país no es sólo la tierra, también son sus habitantes. La bandera argentina lleva implícitamente inscripta en su simbología, a nuestra flora y fauna. Un ecosistema no puede ni debe alterarse para convertirlo en otro diferente. La mayoría de los funcionarios y megaproductores no lo ven así. Tuvo que venir un extranjero para regalarnos los esteros del Iberá y ponerlos en valor. Ahora están en peligro de extinción por el accionar argentino. En el año 2020 el Senado de la provincia de Corrientes rechazó la ley de humedales ¿Será verdad que todo vuelve? ¿Será por eso que la Tierra es redonda? Ojalá que tanto dolor y tanta pérdida sirva de reflexión. Las llamadas “costumbres ancestrales” (como las quemas de pastizales) hoy son homicidios contra natura. El cambio climático requiere urgentes cambios de conducta y paradigmas. A nuestra especie le corresponde razonar. Mientras tanto todos podemos hacer algo. Ayudemos solidariamente a humanos y animales. Unámonos en esta cruzada con espanto y por amor.