Las elecciones legislativas significaron un nuevo revés para el gobierno nacional. A nivel nacional, Juntos obtuvo el 42,5% de los votos mientras que el FdT, el 33,9%. En Caba, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, perdió por goleada. La consecuencia más dura de esta debacle es la pérdida de la mayoría propia en el Senado. A partir del 10 de diciembre Cristina se verá obligada a hacer algo que detesta visceralmente: negociar. La única alegría para el FdT fue la meritoria elección de Victoria Tolosa Paz en la provincia de Buenos Aires. Contra todos los pronósticos estuvo cerca de amargarle la fiesta a Diego Santilli. Por estas horas muchos analistas políticos señalan a la vicepresidente como la gran perdedora de la contienda electoral. A pesar de ello, hay que reconocer que de no ser por el núcleo duro K la derrota del gobierno hubiera sido estrepitosa. Gracias a Cristina el gobierno fue votado por el 33,9% del electorado, es decir por 7.863.112 argentinos que siguen siendo leales a la vicepresidente. En la vereda de enfrente todo es festejo. Hoy Juntos tiene un piso electoral del 40%, un porcentaje nada despreciable. Ese número lo coloca en la antesala de una victoria presidencial en primera vuelta. Y dicho piso sería mayor si Javier Milei y José Luis Espert no hubieran decidido competir por afuera de Juntos. Ambos dirigentes son, qué duda cabe, funcionales al FdT. Y también a Mauricio Macri, cabe reconocer. En Santa Fe, Juntos reafirmó la excelente elección de las Paso mientras que el periodista deportivo Lewandowski hizo una buena elección. Lo más llamativo de la elección fue el discurso triunfalista del presidente en el bunker K. Su fisonomía nada tenía que ver con el rostro adusto con el que apareció en televisión un rato antes para hablarle al país desde Olivos. Por su parte, Cristina reaccionó como siempre lo hizo ante cada traspié electoral: refugiarse en su ámbito de intimidad. La gran pregunta que todos nos formulamos es la siguiente: ¿qué decisiones tomarán para garantizar la gobernabilidad de aquí al 2023?