Descansa en la paz que no encontraste en este mundo, Robin Hood de una redonda con barrio y esquina. Reposa en una nube, bien arriba de Fiorito. Volvé a oler esa tierra humilde de arado y carencias. Volvé a ese potrero de rodillas rojas en un galope inagotable de talento y proezas. Volvé a ser Pelusa, el “10” de cebollitas. Sin exigencias mundanas, sin amigos del campeón. Le tiraste tu última gambeta a la vida, con caño y un sombrero, esquivando médicos y caranchos, para partir al infinito bien rebelde, indomable, desde tu propia guarida. No habrá historia que emparde tu épica pícara de aquel gol con la mano exonerada tan sólo en minutos, por la belleza imborrable de una apilada mágica de piratas y corsarios. El Cielo y el infierno. Lo apócrifo y lo excelso. Tu propia vida. Capa, galera y pelota. Pelusa, capitán y cebollita. Nunca te vamos a olvidar.