Es indudable que a pesar de la pandemia global en curso los complejos industriales militares de las principales potencias del mundo no detienen su actividad. En efecto, en el presente, en diversas latitudes del planeta Tierra están en pleno desarrollo conflictos de considerable magnitud, algunos de larga data como el de Oriente Medio y el de Colombia, otros son más recientes. El despliegue del aparato militar represivo punitivo contra población civil no deja de sorprender e impresionar. Los mercaderes de la muerte siempre aprovechan la invocación de las “razones de Estado” para la potenciación de la barbarie artillada. La secuela de horrores como se sabe persiste por mucho tiempo. El expansionismo del capital y la dominación suelen revestirse con discursos nacionalistas o frases altisonantes, coartadas para justificar operaciones de exterminio. En tanto el paroxismo bélico no cesa, las guerras de alta o baja intensidad tornan a las sociedades más injustas y autoritarias, la pobreza se acrecienta para cientos de millones de personas en todo el mundo. No hay casualidad sino multicausalidad.