Cuando el César en la antigua Roma, desfilaba por las calles festejando algún triunfo sobre sus enemigos, iba acompañado en su carruaje por un lacayo que le iba repitiendo casi en el oído, “no te olvides que eres mortal”, una manera de disuadirlo de que se creyera Dios. Es una pena que tal costumbre no se hubiese practicado con Diego Armando Maradona, en su defecto el lacayo fue reemplazado por un círculo de aduladores, arribistas u delincuentes. Convengamos que no se aprovecharon de un santo varón, ello no resta mérito a las satisfacciones deportivas que prodigó, lo realmente triste es que después de su muerte esa caterva de aprovechados continúa escarbando en sus despojos para seguir usufructuando beneficios que para ellos terminó. Creo que la exaltación de la persona en forma desmedida sólo contribuye a quien queremos halagar le hagamos un daño irreparable, es justamente lo que ocurrió con Diego, quién, y no creo equivocarme, deseaba el final lo antes posible.