"El mentir de las estrellas es muy seguro mentir...", decía Quevedo refiriéndose a aquellas afirmaciones que no pueden ser chequeadas. Y así tuvimos a Duhalde preguntando en su momento "¿en qué país se va a dejar que la gente saque plata del corralito? A la señora Carrió, diciendo que "en ningún país se va a dejar que alguien con prisión preventiva viaje al exterior". Al presidente Macri, afirmando que "en ningún país se deja subir el dólar"; y a Cristina, mintiendo que "en todos los países los ricos pagan impuesto a la riqueza". Hago notar que en los países democráticos no existe la prisión preventiva, no hay corralitos, no impera un impuesto especial a la riqueza, y no se controla el valor de la moneda extranjera. Y antes de que alguien pregunte, desafiante, en qué país se les da de comer a los pobres, les contesto, como ejemplo, que en Vermont, Nueva Inglaterra, Estados Unidos (en donde viven los únicos yankees verdaderos). Allí, no sólo los ancianos, sino también sus mascotas reciben viandas gratis a diario. En suma, no vamos a cambiar la realidad tirando mentiras de las estrellas al voleo mientras hacemos flamear nuestro jirón del cielo, sino resolviendo los problemas que tenemos en casa, con trabajo y creatividad, algo que hoy no está ocurriendo.
La Argentina transita nuevamente por una encrucijada histórica, donde una nueva frustración parece estar instalada en dos posturas totalmente antagónicas. Unos siguen creyendo en un gobierno anterior, que regalaba las migajas de un Estado que ya había sido vaciado en varias oportunidades. La otra mitad cree en los que ahora gobiernan, diciendo que nuevamente nos hemos insertado al mundo, un mundo globalizado, al que le podremos vender cientos de productos comestibles y otros ligados a lo agrícola primario y a lo fósil, y también a los metales, a través de fábricas que por las malas políticas implementadas no se sabe realmente hasta cuándo continuarán en pie. Mientras tanto todos discuten, pero lo que nunca discuten son las fortunas que el Estado les abona mensualmente al sistema político y judicial, donde abundan las sumas de 200 mil pesos a funcionarios, asesores y ñoquis allegados, mientras que a los llamados jubilados "de la mínima", apenas les pagan once mil pesos por mes.
Felipe Demauro
DNI 6.072.937
El halcón peregrino
En el año 2014 un equipo multinacional de biólogos que estudiaba los genomas de las aves hizo uno de los descubrimientos científicos más sorprendentes de todos los tiempos: el halcón peregrino, el animal más veloz del planeta estaba más relacionado genéticamente con las cotorras, loros y papagayos que con las águilas. Perfectamente adaptado para cazar a 300 kilómetros por hora en picada sin que se le revienten los pulmones, el halcón peregrino está extendido por todo el mundo (con excepción de Nueva Zelanda). Viendo desde nuestra alcantarilla humana como este triunfador de la Tierra vuela a su libre albedrío por las alturas invita a la reflexión. Es un hecho notable que el halcón peregrino no va anunciando quién es, simplemente es. Tampoco deja que los humos se le vayan a la cabeza: sabe que todo le vino de arriba, que él como individuo es sólo el resultado de las presiones evolutivas que hicieron fracasar a otros. En particular, nunca he conocido a un halcón peregrino que criticara el modo de volar de un papagallo, o que hablara pestes de alguno de sus ancestros a quienes les debe quien es.
Leonardo Peusner
Paradojas del arte y la política
Julio Vanzo fue un artista comprometido con las causas sociales, ilustró la novela "Las colinas del hambre", de Rosa Wernicke, publicada en 1943 por editorial Claridad. También libros como "La crisis de la democracia" y otros del doctor Juan Lazarte, médico y sociólogo anarquista. Gracias a una noble iniciativa, quienes transitamos las calles de Rosario podemos acceder a obras pictóricas de Schiavoni, Grela, Gambartes y también de Vanzo. Ahora, en plena campaña electoral la paroxística ambición de poder de un aspirante a gobernador ha tapado el mural "Bandoneón" de Julio Vanzo. Un verdadero agravio a la cultura popular que nos indigna.
Carlos A. Solero