De una cosa estoy completamente seguro. Cuando en el sorteo de los grupos en la nueva fase de este “devaluado torneo argentino” de fútbol de Primera División las bolillas que marcaban la posición de los equipos rosarinos salieron en distintas zonas, un profundo suspiro de tranquilidad invadió a dirigentes, jugadores y cuerpos técnicos de ambas instituciones.
Todas esas rimbombantes declaraciones previas de los actuales directores técnicos Kily González y Frank Kudelka, diciendo que se morían por jugar el partido clásico, quedaron para el archivo inacabable de frases hechas y de ocasión a las que da lugar el fútbol argentino.
Recordarán los mayores de 60 años, como quien escribe (y esto va también para los jóvenes que creen que el fútbol nació cuando Lionel Messi comenzó a jugar en el club Barcelona), que entre los años 1974 y 1975 Rosario Central y Newell’s Old Boys jugaron 14 clásicos oficiales entre torneos Metropolitanos, Nacionales, Copa Libertadores y Triangular Final en 1974. De esos 14 juegos, Central gano cuatro, Newell’s uno y empataron en nueve ocasiones.
Cabe mencionar que hubo dos de esos partidos que marcaron grandes logros para cada uno. En 1974 empataron 2 a 2 en Arroyito y Newell’s salió campeón Metropolitano, y al año siguiente, con gol de Mario Kempes, Central ganó 1 a 0 y elimino a la Lepra de la Copa Libertadores de América.
A ninguno de los dirigentes de la época, Víctor Vesco, Armando Botti, Antonio Rodenas o Emilio Carello se les ocurrió echar a los técnicos de entonces, Carlos Griguol y Juan Carlos Montes, por haber perdido algún partido.
Este pequeño recuerdo es para los dirigentes actuales de los dos clubes que no querían clásico, “miedosos” de que les toque perder y terminar el año con una catarata de insultos de los idiotas que escriben en las redes sociales.
No hay nada más emocionante que vivir la adrenalina de un Central-Newell’s. Pensar que ante cada sorteo de campeonato, lo único que importaba era en qué fecha se jugaba el clásico.
Ahora se encomiendan al Espíritu Santo para que, si es posible, no se juegue el partido más importante de la ciudad. Si hasta el intendente Pablo Javkin esbozó una sonrisa al enterarse del sorteo. “Un problema menos en la ciudad y todos en paz”, habrá pensado.
Pobre fútbol rosarino. La mediocridad está instalada desde hace muchos años y todos colaboran un poquito para agrandarla.
Daniel Pautrier
DNI 10.594.090