Existen personas naturalmente carismáticas capaces de asumir un compromiso con sus congéneres desde el lugar que les toque actuar. Tarea infructuosa que encarna la mayoría de la clase política desde hace muchos años. En el otro extremo de la realidad se ubica Diego Armando Maradona. Personaje inalcanzable popularmente para cualquier dirigente político.
Una línea muy clara diferencia al Diego jugador del Diego hombre, coincidamos. El profesional que cumple con su trabajo como debe y el hombre con sus vicios y cargas humanas.
El pueblo ha captado esa diferencia, sabiendo valorar virtud sobre defecto. Rescatando algo tan simple de lo que adolece la clase política: saber reconocer errores y pedir disculpas, sin buscar chivos expiatorios con el fin de permanecer.
El hecho de que Diego, un símbolo que le ha dado inmensas alegrías a la gente, haya reconocido sus errores dando siempre la cara colmado de lágrimas, promueve un acto de una credibilidad popular extrema, en clara contraposición con el ocultamiento de transas de nuestra clase política.
Colmados globalmente de líderes corruptos, que hacen y deshacen a su antojo sin rendir cuenta y dejando los gastos siempre para el que viene, la encarnación de un verdadero liderazgo popular seguirá forzosamente conciliado en figuras como Maradona.
Diego, dueño de una inalcanzable expresión de magnetismo y aun desaparecido físicamente, continúa dándole de comer a sus detractores y felicidad a sus admiradores.
La gente percibe y valora de Maradona un inmenso compromiso social. Luego de tantos delincuentes públicos sin arrepentimientos deberíamos aceptar que “la democracia argentina debe ser autolimpiante”.
Norbeto Ivaldi
DNI 6.077.533