Escribo desde la comodidad de mi casa, y la incomodidad del contexto. Hay tensión y manifestaciones en distintos países del mundo. Los casos de abuso de las fuerzas policiales traen a figura las distintas fallas del sistema, y sobre todo, la poca credibilidad y la vulnerabilidad de las instituciones en nuestros tiempos. Miro a Estados Unidos, y veo, además de movimientos y manifestaciones sociales legítimas, diversos ataques de distinta índole al modelo económico capitalista. Miro a Brasil, y veo, además de una conducción política reprochable, una discusión y disputa latente entre movimientos “antifascistas” contra movimientos “anticomunistas”. En este contexto, me pregunto: ¿cómo pudimos volver a esto? ¿Estaremos entrando en una segunda Guerra Fría? ¿Esta incomodidad tendrá algo que ver con aquella sensación de peligro inminente? Dejo preguntas abiertas e incertezas. Titulé esta nota como “Lo absoluto es obsoleto” porque creo que, a lo lejos (o ya no tanto), un nuevo orden social distinto y disruptivo se avecina. Un nuevo orden que, necesariamente deberá poner como prioridad por sobre todas las cosas, la integridad del ser humano como tal. En este sentido, creo que las empresas y los profesionales que se adapten y antecedan estos cambios de paradigma dentro de sus correspondientes equipos y organizaciones, liderarán la transición a este nuevo modelo económico y social. Quizás esta crisis institucional generalizada sea el marco perfecto para pensar, cranear y estar atentos a nuevas ideas, sustentables e innovadoras. Quizás sea el momento de preguntarnos, cuál es, y cuándo caerá este nuevo Muro de Berlín. Con la salvedad de que esta vez, sería bueno que avanzáramos juntos y con oportunidades para todos.
Sobre el Día del Periodista
Todo tiempo es difícil para el periodista. Porque debe analizar, opinar e informar sobre el presente y avizorar el futuro sin omitir el pasado con la mayor certeza posible. Que la información se ajuste a la realidad es un imperativo para toda agencia informativa. Pero a dicho imperativo, no todas lo respetan. Por ese motivo es que muchas veces se llega a desacuerdos que no nos son convenientes a nivel mundial. Por eso, considero importantes algunas opiniones aclaratorias referidas a la actividad de los periodistas y del periodismo en general. Como ser, una que cierta vez leí, firmada por el periodista Juan Carlos Romero Puga, que decía: “La información es un bien público; llega a los ciudadanos como una oportunidad para conocer sus problemas, debatirlos, compartir puntos de vista comunes y contrastar sus realidades con las de otros. Se esperaría, pues, que el periodismo y quienes lo ejercen se rijan por principios como la verificación estricta y mantengan una obligación de veracidad y honestidad con sus públicos. Hacer que la realidad se ajuste a lo que informamos y no al revés, constituye un fraude a la sociedad”.
Daniel Chavez
La información sobre el Covid-19
Las redes sociales en estos singulares días, son sin dudas el modo más utilizado de comunicación. En ellas encuentro abundancia de comentarios detractores del exceso de información sobre el Covid-19. Horas y horas de televisión abrumadora por diferentes canales, que de una manera u otra repiten lo mismo. Programas enteros con opinólogos de distintas disciplinas quienes en general sólo logran que las personas, una vez interiorizadas sobre cómo va la pandemia, y cómo debe ser su comportamiento, apaguen el televisor para evitar el abatimiento que produce tanto desequilibrio. Pero la solución no es el botoncito silenciador, porque aunque se lo use, los mencionados programas continúan funcionando con el costo elevadísimo que sin dudas deben originar. Me pregunto, ¿quién paga ese desborde? ¿No se debería moderar la información tan costosa en un país económicamente quebrado? Otros países lo han hecho y siempre es bueno mirar qué hacen nuestros hermanos, sobre todo cuando usan bien su inteligencia. Son tiempos difíciles, en los que sumar a todo el esfuerzo que se está realizando un poco de equidad, nos vendría muy bien, quizás para paliar un poco el hambre, o para cubrir algunas necesidades fundamentales.
Edith Michelotti