Las cicatrices que surcan sus curtidas manos no pueden disimular su dura historia de noches de desvelo, sin dormir, allá en el sur, empuñando el joystick Playstation (en todas sus versiones), ya en el Fifa o en el Pro Evolution Soccer, hasta que duela. No abandonando jamás sus controles. Como no abandonó tampoco sus convicciones (el secundario, puede ser, pero ese es otro tema) ni el amor por los colores celeste y blanco de la bandera. La “Acadeee” estuvo y estará por encima de todo. Nadie podrá acusarlo de haberlo visto alguna vez levantar sus manos en el “Honorable” Congreso de la Nación para votar algún proyecto que fuera en contra de los intereses de la Patria (de eso se encargaron sus padres y Eskenazi, tal vez. Él jamás). Por ello la ovación que atronó el espacio, cuando exclamó bien fuerte y a los cuatro vientos en José C. Paz, su ya inmortal “puede ser que estas manos hayan tenido un joystick de PlayStation, pero nunca se levantaron en el Congreso de la Nación para votar a favor de los fondos buitres, de los ajustes a la gente y de los ajustes a los jubilados”.