El 24 de febrero Vladimir Putin ordenó la invasión a Ucrania dando origen a un conflicto cuyas consecuencias son impredecibles. El poderoso aparato mediático occidental catapultó al presidente ucraniano Zelenski a la categoría de héroe, mientras que a Putin lo cubrió de lodo y estiércol. Pasó a ser el “malo” de la película y rápidamente comenzó a extenderse por el mundo un peligroso brote de rusofobia. Desde que estalló el conflicto los argentinos sólo escuchamos una campana, la occidental. Putin es un desquiciado, un “loquito” que ha puesto en riesgo la paz mundial por una decisión absolutamente irracional. Creo que ha llegado el momento de que escuchemos la otra campana, la rusa. Será la única manera de evitar ser manipulados por Occidente. Como señala el sociólogo Ernesto López en el Cohete a la Luna (“2014, año clave para Ucrania”) la invasión rusa no es más que el resultado de un largo proceso iniciado en 2014, cuando las tropas ucranianas, con el visto bueno de Estados Unidos, atacaron dos provincias separatistas y prosoviéticas de la región del Donbas, Donetsk y Lugansk, para obligarlas a aceptar la autoridad de Kiev, capital ucraniana y alineada con Occidente. Curiosamente, estos “detalles” han sido ignorados por la propaganda occidental.