Hace un par de semanas se llevó a cabo la Marcha Federal propiciada por Hugo Yasky y Pablo Micheli, líderes de las dos CTA que hace tiempo desafiaron la jefatura del sindicalismo ortodoxo. Luego de tres días de peregrinaje, las columnas se dirigieron a la Plaza de Mayo donde tuvo lugar el acto de cierre. El aspecto que presentaban la histórica plaza, la Avenida de Mayo y ambas Diagonales era apoteótico. Quien conoce el lugar sabe perfectamente que el viernes se hicieron presentes por lo menos 200 mil personas. Fue un acto sindical, político e ideológico, claramente enfrentado con el gobierno del presidente Mauricio Macri. Fue un acto para manifestarle al gobierno nacional el repudio de millones de argentinos a una política económica que está destruyendo el tejido social del país. Fue una gigantesca demostración de fuerza en defensa de las fuentes de trabajo y de los derechos de los trabajadores a tener una vida digna. Lamentablemente, las reacciones del oficialismo no fueron las mejores. Casi todos los funcionarios no hicieron pronunciamiento alguno sobre la marcha, en una actitud francamente inentendible. Sólo el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, se animó a criticar la manifestación por haber sido, según su criterio, más política e ideológica que gremial. Ninguneada por el poder mediático concentrado, la marcha demostró que el programa económico de Cambiemos está haciendo añicos el poder adquisitivo de la inmensa mayoría de la población y condenando a millones de compatriotas a la pobreza e indigencia. El gobierno de Macri podrá desconocer la marcha, subestimar la capacidad de movilización de las dos CTA, podrá decir que la inflación dejó de ser un problema, pero en algún momento se dará cuenta de que la calidad de vida en general ha disminuido ostensiblemente desde que asumió el 10 de diciembre. Ojalá no sea demasiado tarde.