Durante 35 años me dediqué a la docencia, recuerdo los primeros días de clase: guardapolvo nuevo, almidonado, zapatos lustrados o zapatillas nuevas, ansiedad por volver a ver a los compañeros y a las maestras, a jugar en el patio, ver qué había de nuevo en la escuela, recorrerla, llegar con mamá, papá, un hermano mayor, algún abuelo, padrino o madrina orgullosos de que el niño comenzaba un nuevo año escolar. Fotos en los rincones tan bien adornados por los docentes, acto de bienvenida y muy lindas palabras de recibimiento. Añorar todo eso al compararlo con el inicio escolar 2021, después de un año de estar ausente los niños en las aulas. Es lamentable ver cómo lo maravilloso del comienzo de un nuevo ciclo se ha transformado en una experiencia tan fría para los chicos, pareciera que entraban a una cárcel, cada uno con su lugar asignado y no podía moverse de él, uno detrás del otro con un metro de distancia, con la boca tapada por el barbijo y la prohibición del acercamiento de los adultos. Me viene a la mente un niño de seis años, que no pudo cursar su preescolar y ahora se encuentra iniciando primer grado en estas condiciones: al entrar los rocían con alcohol, les toman la temperatura y los separan de sus afectos. Solito, sin mamá, sin papá, sin abuelos, sin fotos, sin poder acercarse a sus amiguitos que hace un año no ve. Y también imagino a los de 7º grado, sin poder cantar abrazados porque terminan una etapa de su vida, y con la incertidumbre de cómo culminará este año y si podrán hacer su tan ansiado viaje de estudios. Son niños, son criaturas, los están marcando con situaciones que nunca olvidarán, esto no es cuidarlos, los humillamos, les coartan su derecho a ser niños, a jugar libremente, a divertirse, a respirar aire puro y a relacionarse con sus compañeros. No pueden socializar ni interactuar, no pueden compartir, está prohibido, no pueden empatizar porque ven al otro como “enemigo que me puede contagiar”. No hay bebederos, cada uno con su botella, fomentamos la individualidad; si tiene mocos, algo tan normal en esta edad, no pueden permanecer en la escuela. Les están matando la infancia, no les permiten ser niños. El adulto que teme que un niño lo contagie, ¿nunca se juntó con amigos en un bar? ¿Nunca participó en este tiempo de una reunión? ¿No asistió a ningún evento? Entonces dejemos que el niño sea niño y los adultos no nos creamos sabios.