Es evidente que la salida a los graves problemas que enfrenta el país, sólo se podrá conseguir con un diálogo genuino, sensato y constructivo, entre las autoridades y las distintas fuerzas políticas, con buena fe y sin dobles intenciones. El camino de los acuerdos es fundamental para la defensa de las instituciones, tan amenazadas en estos últimos tiempos por las críticas del gobierno al Poder Judicial y la necesidad de enfrentar la compleja situación socioeconómica y de salud. Por el momento pareciera que estamos lejos de conseguir esos acuerdos. Recordemos algunos tramos del discurso del presidente, en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, muy confrontativo y con exagerados ataques a jueces, a dirigentes opositores, periodistas y empresarios. Por el lado de la oposición, con dirigentes que fomentan la grieta, con discursos nada conciliadores. En general, estos buenos intentos surgen en momentos de crisis, como el actual, donde el gobierno intenta tomar aire ante las múltiples demandas sectoriales, imposible de satisfacer simultáneamente. Los dirigentes políticos deben entender que, un modelo de convivencia, respeto, dentro de la diversidad de opiniones e ideas, es el único camino para construir políticas de Estado, en función de lograr el bien común, por encima de los intereses individuales o de un grupo determinado, tampoco se pretende impedir filiaciones partidarias u orientaciones ideológicas de distinto tipo, se trata de elaborar propuestas que signifiquen, lisa y llanamente, un mejoramiento en la calidad de vida de los ciudadanos, con peso para ser llevados a consideración de la tarea legislativa y ejecutiva. Por lo vivido en las últimas décadas en el país, estos deseos parecen una utopía, pero muchas veces aspirando a lo imposible se consigue lo posible.