El derrocamiento de gobiernos legítimos, realizado mediante el empleo de la fuerza y dirigido por referentes de instituciones encargadas de la Defensa Nacional, es una práctica que padeció nuestro país desde el siglo XIX. De esa centuria, se destaca la expulsión y el posterior fusilamiento del gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, en 1828. La ejecución fue ordenada por Juan Galo de Lavalle. Durante el siglo XX entre las actividades que apoyaron los golpes de Estado se encuentra el periodismo. La participación del director del Diario Crítica, Natalio Botana, asistido por personal de ese medio, resultó decisiva en la caída de Hipólito Yrigoyen en 1930. Al poco tiempo Botana, su esposa y algunos periodistas de ese rotativo, sufrían la persecución por parte del usurpador, José Félix Uriburu, quien dispuso sus detenciones. La orden fue cumplida por Leopoldo Lugones (h), entonces a cargo de la sección Orden Político, dependencia de la Policía Federal, y consumado torturador. El periodista Jacobo Timerman (1923-1999), a través de sus publicaciones “Primera Plana” y “Confirmado”, fue protagonista en la creación del clima de desestabilización que culminaría en la interrupción de la presidencia del doctor Arturo Umberto Illia en 1966. El movimiento sedicioso adoptó la hipócrita denominación de “Revolución Argentina”. En 1977 fue detenido y torturado por protagonistas del golpe de Estado ocurrido el año anterior. La autocrítica posterior que hiciera Timerman respecto de su participación en el golpe institucional de 1966, fue la resultante de la persecución que sufriera en carne propia y no la abrevada en la experiencia vivida años antes por Botana. No prestó atención a las enseñanzas de la historia.