¿Por qué mostrar tanta obscenidad? ¿Era necesario? Las más de cien fotografías publicadas, no en un álbum familiar sino en los medios sobre el nuevo sexagenario que tienen los argentinos, Alejandro Roemmers, no hacen más que exponer crudamente la decadencia en la que estamos sumergidos, de la cual no podemos salir, ni nos permite soñar con entrar en una meseta, siquiera, en algún momento. Por instantes, esas impúdicas imágenes que parecen extraídas de un set de filmación de "Lawrence de Arabia" y nos remiten al viaje de placer que realizaron los multimillonarios José Alperovich y su mujer por los Emiratos montados sobre camellos nos muestran crudamente que la inmensa brecha existente entre los que más y menos tienen (como sucede en casi todo el planeta), más que achicarse se seguirá acrecentando. Por siempre. A menos que quienes tienen esas fortunas un día despierten influenciados por un imaginario llamado del más allá que los inste y movilice a despojarse de sus bienes materiales para beneficio del prójimo (como hace un par de años lo hizo el magnate egipcio Sawiris, quien pretendió comprar una isla para que los inmigrantes sirios y africanos que huyen del horror de las guerras construyeran su propio país) hasta que chocó con la indiferencia de Grecia y de Italia. Digo yo, si no tienen nada de original para mostrar respecto de las consabidas (y archiconocidas) fotografías de álbum de cualquier casamiento, 15 años o despedida de solteros, mostrando las distintas etapas que el/los homenajeados, sus padres, hermanos, amigos de la infancia y de la adultez, transitaron hasta llegar al momento en que se encuentran, mirando con sus convidados la recopilación de sus vidas, ¿era necesario repetirlas y exponerlas (casi desafiantes) ante los invitados importantes, en lugares exóticos, con ropajes que tenían mucho de disfraz y de querer mostrarse distintos a como se los ve siempre? Lo único que no apareció en ellas fueron las características "selfies" porque debe haber existido en esta pantagruélica fiesta un ejército de fotógrafos que se disputaban los mejores ángulos y fondos para Alejandro, que era Roemmers y también Magno, en esa fiesta de locos. Fueron seis millones de dólares lo que costó ese festejo. Todo indica que fueron ganados en buena ley. El sentido común nos dice que con 120 millones de pesos se podrían haber construido varias escuelas u hospitales en un país sediento de próceres como René Favaloro o el doctor Arturo Illia, o el mismísimo doctor Abel Albino (Fundación Conin) y/o Margarita Barrientos (Comedor Los Piletones).