El problema del mal estado de las veredas desde hace tiempo está a la vista de todos, desmerece la calidad de vida de los rosarinos y marca, además, el bajo nivel urbanístico de una ciudad que debe ser ejemplo a la hora de exhibir la bondad y seguridad de sus espacios públicos. Entre las raíces de los árboles que las rompen y las empresas de servicios que las abren para hacer reparaciones, muchas veredas están rotas, deterioradas, desde baldosas sueltas, hasta pozos grandes, escombros y tramos quebrados que presentan serios problemas para las personas con movilidad y visión reducida, en particular las personas con discapacidad, adultos mayores, mujeres embarazadas y madres con cochecitos de bebés. Es necesario intensificar el programa de inspección y reparación de veredas que, de manera conjunta llevan a cabo los vecinos (quienes aportan los materiales) y el municipio (que se hace cargo de la mano de obra). Estos trabajos son ejecutados por cooperativas de trabajo de la ciudad. Es importante que haya créditos a tasa subsidiada u otro tipo de facilidades para que los frentistas junto con la Municipalidad puedan realizar los arreglos incluyendo, en sectores específicos, rampas para discapacitados. El poder circular por las veredas en forma segura es un derecho de todos. Las veredas en buen estado (accesibles) representan un signo de conectividad social, por lo cual no se puede hablar de humanización del espacio público, sin garantizar veredas accesibles, seguras y limpias para todos. El mal estado de las veredas resulta una cuestión de seguridad pública y el Estado debe proteger la seguridad peatonal de sus habitantes. Las veredas rotas y deterioradas, muchas veces por desidia de los frentistas, por las empresas de servicios que no terminan bien los trabajos, y la falta de control, inspección y mantenimientos por parte de la Municipalidad representan una “barrera urbanística” entendida como un impedimento en la infraestructura del mobiliario urbano y en los espacios públicos (parquizados o no). Se impone escuchar a los vecinos, a los peatones e interpretar sus demandas y necesidades a través de una política de cercanía, eficiencia, compromiso y responsabilidad.