Cristina es la gran responsable de la devastación macroeconómica que el país viene sufriendo desde 2010, debido a su obsesión por gastar más de la cuenta. Es, por antonomasia, la “funcionaria que no funciona”. Heredó de su marido un gobierno con las cuentas en orden y en pleno crecimiento, y despilfarró esa formidable herencia con decisiones irracionales. Pienso que es hora de que diferenciemos claramente al “cristinismo” del “kirchnerismo”. Los indicadores económicos del período de Néstor Kirchner fueron muy buenos, en cambio, en los mandatos de su esposa, incluido el período actual, fueron, progresivamente de malos a pésimos. Por ejemplo, la crisis energética comenzó en 2011, cuando durante el gobierno de Cristina finalizó el autoabastecimiento y se incrementaron las pérdidas en el balance de divisas. Sólo el déficit energético acumulado, con puro sello “cristinista”, y que este año va a superar los 40.000 millones de dólares, es casi equivalente al endeudamiento de Macri. Y éste, a su vez, se inició para financiar el fenomenal déficit fiscal heredado de su antecesora, de más del 7 % del PBI. El más alto de las últimas cuatro décadas. En cuanto a la inflación, en 2022 sería de más del 60%. De ser así el actual gobierno acumularía desde que arribó al poder un 230%. Es hora de que Cristina deje de engatusar a sus fieles actuando la fábula de la heroína que los rescata de los villanos. Está más cerca de ser el “lobo disfrazado de oveja”, ya que en sus dos mandatos como presidente, y en el actual como vice, incrementó el índice de pobreza. Si bien mediante la política se puede hacer casi cualquier cosa, no es tan simple eludir las consecuencias. Tal vez Cristina pueda esquivar la cárcel, pero no podrá escapar del lugar que le corresponde en la historia.