En varias oportunidades, el Ejecutivo municipal y algunos ediles, insistieron en la necesidad de controlar y regular la actividad de los "trapitos". En la vía pública, los responsables de cuidar la propiedad privada de los ciudadanos es la policía. No aquellos sujetos, con dudoso prontuario muchos, que presionan a la gente para que le pague por algo que no corresponde. Si queremos y pregonamos una ciudad segura, no hay que regular una actividad, ese "trabajo", que termina por blanquear, y engrosar en varios casos, una caja más de barrabravas. Estos sujetos tienen derecho a trabajar, y no simular que están cuidando autos en la calle. Y digo "simular" porque algunos con la excusa de cuidar un auto estacionado o de limpiar un parabrisas en un semáforo, están atentos a algún elemento de valor en su interior, para pegar el zarpazo ante el menor descuido. El presupuesto que maneja la Municipalidad para Promoción Social es muy importante, pero llega muy poco a los que necesitan. El grueso de las partidas se pierde en un laberinto de empleados, punteros políticos, paisajistas, profesores de educación física, músicos y demás "profesionales" no precisamente idóneos para cumplir con los objetivos que todo proyecto de esta Secretaría debe tener. Y que se debe sostener con técnicos y profesionales preparados para tal fin. De ninguna manera regular la mendicidad y reclutar gente por compromisos políticos, garantiza el éxito que se proponen. Vemos todos que en cercanías de espectáculos deportivos, musicales, en zonas claves y concurridas de la ciudad, el ciudadano se ve presionado a pagar. En caso de negarse, se expone a que lo insulten o le dañen el vehículo. Muchas veces con la complicidad de inspectores municipales o policías que están cerca y miran para otro lado. Hacer que las leyes se cumplan no sólo no es tarea fácil, no es simpático, pero es lo que viene con el cargo otorgado. Simplemente, se llama responsabilidad.