Jamás pensé que la genialidad de Chasman y Chirolita reviviera y cobrara tanta vigencia como hoy en día. Lo triste es que este paralelismo que trazo, se da en el ámbito de la política nacional y no en el del espectáculo, aunque por cierto, las alternativas que toman los sucesos políticos, que son de público conocimiento, podrían recrearse en una película de ficción y estaría entonces candidateada al premio Oscar con seguridad. El kirchnerismo finalmente salió con los tapones de punta a blanquear el verdadero ejercicio del poder en las sombras. Ello en detrimento de la democracia y la República. La ciudadanía toda está viviendo con absoluto asombro la angurria por el poder político. Un presidente absolutamente desdibujado que se debate en refriegas palaciegas con su vicepresidenta y que finalmente pierde la pulseada. ¿Era necesario todo este cambalache político? Creo que no. El sincericidio de la vicepresidenta no hace más que incorporar a la realidad argentina un condimento inesperado, la inestabilidad institucional. Sólo podemos esperar que el pueblo siga conservando la madurez y responsabilidad necesaria para no dar rienda suelta a su exasperación y hartazgo. Eso sí, el elenco gobernante no está a la altura de sus mandantes ni lo estuvieron nunca.