Si bien no soy un hombre de arte, debo reconocer que siempre me llamó la atención la escultura "La Victoria de Samotracia", la cual aguarda paciente a los visitantes del Louvre. La misma nos muestra el cuerpo de una mujer alada, con la particularidad de no tener cabeza. Cuando pregunté el sentido de ello, mi madre, quien sí ama el arte, me la describe a la Victoria como una mujer sin rostro, ya que nadie puede apropiarse de ella. La Victoria es un estado pasajero, una sensación momentánea, que no perdura con un rostro. El hombre que mejor ilustra al éxito y a la Victoria de la sociedad moderna, a mi parecer, es Marcelo Bielsa, a quien no tengo el gusto de conocer, pero sí de admirar y tomar como ejemplo. Su profesión de futbolista no lo acercó a la conquista de logros, pero fue la preparación para lo que sería una larga carrera como entrenador. Su carrera siguió y los logros siguieron, aunque también las críticas de quienes no podían soportar que un hombre como él, no pueda sucumbir a las tentaciones generadas por las mieles del éxito. El entendió que la victoria no tiene dueño, sólo es un estado pasajero. El éxito de Bielsa en el Leeds, a quien felicito por el ascenso, no es más que otro de sus logros, pero que pone en el tapete un tema aún mas trascendental, cómo es, cómo vive el hombre en la sociedad actual, su vínculo con el consumo, su vínculo con lo que llamamos éxito. Bielsa quizás es el arquetipo del hombre que muchos admiramos, pero es lo opuesto a lo que la sociedad de consumo nos muestra como exitosos. El hombre concentra toda su energía en su misión, en volcar su pasión en el entrenamiento, se focaliza en cómo tratar de lograr la excelencia, el profesionalismo y acercarse a la perfección en la práctica de nuestro amado deporte. Quizás sin querer, nos regala un obsequio mucho más preciado que el hermoso espectáculo que brindan sus equipos, nos regala la imagen de un hombre que con gran coherencia, con humildad y trabajo logra lo que muchos sueñan, el éxito, el cual no se viste con la imagen de un título futbolístico, sino que ilustra algo más simple. El nos muestra al éxito como el recorrido de una vida de trabajo, sacrificio y humildad. Lo que a mí me deja en este momento es la lección que nos regala un hombre que nunca claudicó a su forma de ser, quien embanderó a la corrección y al respeto por el otro, al compromiso con las obligaciones, a la lealtad con aquellos para los que trabajamos y para los que trabajan para nosotros. Bielsa no sólo nos enseña de fútbol, nos enseña algo más complejo y difícil de decodificar, nos muestra el estilo de conducta que deberíamos tener todos en una sociedad tan difícil como la actual.