Días pasados se celebró el segundo Encuentro Nacional de la Juventud Católica. Unos veinte mil jóvenes de distintos rincones de la Patria llegaron a la Cuna de la Bandera. En sus palabras de bienvenida, la señora intendenta de Rosario doctora Mónica Fein, intentó un discurso "abortado" por el estruendoso y reiterado "¡Sí a la vida!" de los miles de jóvenes allí presentes. Parece ser que la hipocresía, el doble discurso o la diplomacia política no son compatibles con ese estado especial de la vida llamado juventud. No se puede estar bien con "Dios y con el diablo" y salir airoso. (Aclaro que esta frase es solo una metáfora y no es nada personal con nadie). Si acompañamos a la marcha prodespenalización del aborto y luego saludamos a una multitud de jóvenes católicos, de un lado o del otro, algún costo político se tendrá que pagar. Para ir a lo que me ocupa y preocupa, que no es específicamente la despenalización o no del aborto, más allá de que tengo muy clara mi postura. Lo que me llamó poderosamente la atención fue la pregunta de un colega periodista. Este le preguntó a la señora intendenta: "El Arzobispo de Rosario, ¿le pidió disculpas?". Hago un paréntesis para pensar. ¿Se pide disculpas por manifestarnos en democracia, sea cual fuera el reclamo? Máxime si se hace desde el respeto. En verdad yo no escuché agravios ni insultos, con los cuales jamás estaré de acuerdo cuando los hay, escuché un solo grito nacido nada más y nada menos que de las convicciones de nuestros jóvenes, a los que les pedimos que participen, que actúen, que no tengan miedo de hacer política y de defender las causas que consideren dignas de ser defendidas. La intendenta, a la pregunta del colega, respondió que el Arzobispo de Rosario le pidió disculpas. Seguro que el pedido de disculpas siempre nos engrandece y es propio de la gente de bien. Pero qué decepción deben sentir aquellos que desde el respeto se animan a gritar sus consignas y luego sus representantes (pastores), que deberían tener más espaldas que sus representados (fieles), por diplomacia política, piden disculpas porque esos fieles se animaron a reclamar. Pasaron más de 30 años del primer encuentro nacional de jóvenes del que yo participé y aunque uno a veces cambia algunos hábitos y formas de pensar, y no está mal que así sea, nunca olvidaré el entusiasmo y las convicciones con que defendíamos lo que creíamos. Jamás pediría disculpas por pensar, creer o sentir diferente y en consecuencia jamás pediría disculpas por reclamar en relación a lo que siento, pienso y creo. Una frase que me marcó por aquellos años de juventud: "Lo que no hablemos nosotros, lo gritarán las piedras". Celebro que haya jóvenes que se revelen al silencio miedoso y cómodo. Participar en la vida de las instituciones democráticamente también es celebrar la vida. En democracia es incompatible pedir disculpas por reclamar y peticionar. "¡Sí a la vida. Sí a la libertad de expresión!"