La situación llegó al límite. La noticia de las balaceras a lugares emblemáticos del rubro gastronómico en el horario en el cual estaban con su capacidad completa, golpea otra vez a una sociedad tan perpleja como habituada a estos incontables sucesos. Con la extorsión como fundamento y la violencia a manera de método opcional ante la negativa del pago de un servicio de “protección” contra ellos mismos; la autodenominada “mafia” consiguió su propósito de inocular terror en cada rosarino o foráneo que visite estas latitudes. La antigua pero vigente frase de “plata o plomo” cobra cada vez más auge en la otrora Chicago argentina, hoy más cercana a Sinaloa. En estas circunstancias, las autoridades (locales y provinciales) manifiestan una vez más su preocupación pero sólo atinan a pedir ayuda al sordo gobierno nacional que no supera su autismo postelectoral y tampoco da respuestas. La única solución inocua e ineficaz, es el amontonamiento de fuerzas federales con un gran número de efectivos pero que deambulan cual turistas armados por avenidas y bulevares por donde nada o muy poco ocurre. Llamativa y sorprendentemente no han logrado detenciones de relevancia ni evidencian estrategia alguna más que organizar un operativo en una céntrica e iluminada esquina, con sus balizas azules que se distinguen a la distancia haciéndolo visible para quien quiera evitarlo. Mientras tanto, en esta ciudad siguen matando a pobres corazones aunque Fito lo haya denunciado hace tres décadas.



























