El aumento del consumo de fertilizantes que en los últimos tres años se registró en la Argentina no representó en forma lineal un incremento de producción y calidad. Por esa razón, durante el Simposio Fertilidad que organizó Fertilizar, los especialistas se ocuparon de hacer sintonía fina sobre el tema e instaron al productor a trabajar en forma más meticulosa con "muestreo de suelos, análisis, interpretación y, además monitoreo durante el ciclo del cultivo". Así lo resumió el coordinador académico del congreso, Fernando García, quien analizó la situación en trigo y cebada, mientras que Gabriel Espósito (de la Universidad Nacional de Rio Cuarto) y Fernando Salvagiotti (Inta Oliveros) hicieron lo propio para maíz y soja respectivamente.
"Si vemos lo que se viene aplicando de nitrógeno (N) y fósforo (P) en el último año estamos en el orden de los 56 kilos de N y 11 de P promedio, y según el rendimiento obtenido en la última campaña estuvimos sacando 58 kilos y 2 kilos respectivamente, con lo cual estamos con balances casi neutros" en trigo y cebada, dijo García.
Pero advirtió que en la Argentina el cultivo que precede a los cereales es la soja de segunda y allí el productor argentino no invierte en fertilizar, con lo cual el balance deja de ser tan neutro.
Pero también reflexionó sobre la posibilidad de buscar mayores rendimientos en trigo. "El rinde alcanzable era de 5.200 kilos y en la capaña pasada logramos 3.200 kilos, es decir que todavía, a pesar de que mejoramos la fertlización y toda la tecnología del cultivo (variedades, manejo), estamos con una brecha de 2 toneladas, equivale a un 38 por ciento", dijo y agregó: "Logramos el 60 por ciento de rendimiento que realmente podríamos alcanzar".
De modo que "se podría pensar que si existe es brecha y se le adjudica a la subnutrición el 50 por ciento de la misma, casi que nos estaríamos quedando cortos en unos 50 o 60 kilos de nitrógeno y en 5 kilos de fósforo", agregó García.
A su juicio, un camino para transitar podría buscarse por las fertilizaciones balanceadas para incrementar el nivel de rendimiento. Según ensayos realizados por la red Crea del sur de Santa Fe, con una rotación larga (maíz-soja-trigo-soja) con aplicación de N P y S de manera balanceada "incrementamos un 65 por ciento el rendimento y en la rotación corta (maíz-trigo-soja) casi 150 por ciento de rendimiento de trigo", detalló.
En tanto, "en el tratamiento opuesto que seria por sobre N P S aplicar micronutrientes como potasio y magnesio, la diferencia es del 72 por ciento y 155 por ciento" respectivamente", agregó García.
De modo que "la nutrición puede hacer una gran parte de los rendimientos en el caso del trigo y la cebada", dijo, aunque también incluyó la calidad. "Para que el rendimiento no sea a costa de la calidad se debe construir con nitrógeno esencialmente, mientras que el fosforo es la base, y el azufre acompañando", indicó.
Según García se debe construir, rendimiento primero para sumar kilos y luego para mejorar la calidad.
Por tal razón se debe considerar el origen del nitrógeno como un factor clave teniendo en cuenta como fuentes al suelo, la mineralización de la materia orgánica y el cultivo antecesor, para luego calcular una dosis de fertilizante deficitaria. García explica que es necesario ponerse como objetivo por lo menos contar con 170 kg de nitrógeno por hectárea para apuntar a un rinde alto.
Entre las distintas fuentes, los nitratos del suelo no explican de forma certera el rinde, por la variabilidad que en que se encuentra disponible, por lo tanto es mejor sumar el valor de nitrógeno mineralizable, y considerar el cultivo antecesor. La gramínea invernal se comporta mejor con soja como antecesor que con maíz.
Como umbral crítico, "desde que punto se empieza a perder calidad y rendimiento, se establece un 9,4 por ciento de proteína, donde se perdió calidad, pero también se perdió un 10 por ciento de rendimiento, por lo cual se comprueba la correlación que existe entre ambos", concluyó.
Los mitos sobre maíz. En tanto, Espósito volvió a desafiar las prácticas que lleva adelante el productor. El especialista cordobés recordó la superficie con maíz tardío, que se siembra en diciembre, alcanzó casi el 50 por ciento de superficie total del cultivo, pero advirtió que esta práctica no garantiza productividad.
"Cuando uno siembra maíz temprano la dependencia con la lluvia del período crítico es muy alta, mientras que cuando siembra tarde la dependencia de las precipitaciones de febrero, es menor", dijo y se preguntó ¿bajo que condición hídrica conviene la siembra temprana o la tardía?.
"En la medida que tenga una primavera seca la diferencia a favor de la siembra tardía es mejor, pero eso no va a ocurrir si las condiciones hídricas son óptimas, ya que con primaveras húmedas se pierde rendimiento sembrando tarde", dijo para aseverar: "Hay que tomar en cuenta siempre la oferta hídrica y en la medida que ésta sea buena, siempre es mejor la siembra temprana. Por eso, digo enfáticamente que no es cierto que al maíz hay que sembrarlo siempre en diciembre".
Pero esto también entra en juego con el manejo nutricional, ya que "el crecimiento del maíz tardío en la llanura pampeana fue acompañado de una pérdida tecnológica en el cultivo y el productor hizo suyo el consejo de «sembrá tarde, poné menos planta y fertilizá menos»", dijo Espósito. Eso trajo como consecuencia una menor producción y por tanto llamó a modificar esta regla falsa.
Según dijo, los nutrientes que tienen más responsabilidad de pérdida de producción en la llanura pampeana son el nitrógeno, fósforo y azufre, y entre los micronutrientes, el zinc.
"Tenemos que mejorar mucho eficiencia del uso de nutrientes que estamos aplicando a campo", dijo pero volvió a insistir con el diagnóstico adecuado. "Es mentira que hay que ponerle menos fósforo a a las siembras tardías de maíz. La cantidad de P que hay que ponerle al cultivo depende de que el suelo no lo tenga", aseveró y "tampoco es cierto que se fertilice sólo cuando llueve". Según planteó "en maíz, sin importar el ciclo, la respuesta a la fertilización existe siempre cuando el lote se encuentra por debajo de los umbrales", concluyó.
La soja en desventaja. En tanto, Salvagiotti planteó que para lograr rendimientos máximos en soja (entre 5500 a 6500 kg/ha) se necesitan entre 500-600 milímetros de agua disponible para el cultivo. En cuanto a los factores que determinan el rendimiento máximo se destaca que se necesitan 60 kg de nitrógeno por tonelada producida.
Así es que surge la pregunta de si la fijación biológica está limitando los rendimientos de soja en situaciones de rendimientos máximos. Salvagiotti mostró una gran cantidad de información que comprueba que hasta el momento no hay justificación para fertilizar la soja con nitrógeno debido a que es antieconómica la práctica. Por tal razón, lo que recomendó fue tomar todos los recaudos para lograr una inoculación exitosa que garantice la provisión de nitrógeno a la planta.
En el caso del fósforo, la soja a máximos rendimientos absorbe entre 25 y 28 kg de fósforo por hectárea y transforma a grano 5 kg por tonelada. "Es fundamental que el lote no esté limitado por fósforo de forma de que el cultivo exprese su máximo rinde", dijo.
En cuanto al azufre, como es un nutriente que promueve la eficiencia de los otros, aconsejó aplicarlo siempre. "En soja siempre el sistema debe tener condiciones de buena fertilidad, no se puede trabajar en una campaña, debe ser un manejo agronómico completo", dijo.