Mientras recorren los últimos meses de la escuela secundaria, miles de estudiantes de Rosario y
la región transitan por estos días en el arduo camino de decidir qué carrera seguir en el futuro.
Si bien en algunas instituciones superiores el período de inscripción se inicia con mayor
antelación que otras —debido a la alta demanda— lo cierto es que entre fines de octubre
y noviembre la mayoría abre su etapa para anotar a los aspirantes. Las estudios tradicionales
siguen teniendo peso a la hora de elegir.
Ya sea en el ámbito público o privado, varias instituciones se aprestan a recibir a una nueva
camada de jóvenes y adultos para cursar un profesorado, licenciatura o ingeniería que los deposite
en el subibaja que propone el cambiante mercado laboral.
Es que así como en los 90, las disciplinas vinculadas con los servicios eran las que mayor
demanda laboral prometían, hoy son las ingenierías y las técnicas las que se muestran con mayores
perspectivas en un futuro laboral. No obstante eso, las carreras denominadas tradicionales siguen
siendo las que concitan el mayor número de aspirantes.
En la Universidad Nacional de Rosario (UNR), de las más de 60 carreras de grado que se dictan en
las facultades, más de la mitad de los jóvenes ingresan en los estudios tradicionales. “Las
carreras como medicina, psicología, económicas y las de Ciencia Política son las que están a la
cabeza de las consultas de los chicos”, cuenta Raúl Fadus, responsable de la Dirección de
Orientación Estudiantil de la Universidad rosarina.
Docente en los primeros años de la Facultad de Psicología, Fadus explica que varios factores
inciden en la elección de una carrera, lo hace siguiendo las conclusiones de lo relevado de los
jóvenes que se acercan a esta dependencia universitaria y los miles de chicos de 230 escuelas que
en julio pasado se acercaron a la Expo UNR 2008. “Las llamadas tradicionales son la que
atraen más a los estudiantes, por la mirada social que hay sobre algunas carreras, la opinión de
las familias, pero también por algunos mitos sobre otras carreras”, apunta el psicólogo.
Para Fadus, “cuando toman la decisión de elegir una carrera, los jóvenes tienen en cuenta
sus gustos, pero también los aspectos laborales y cómo es la remuneración de esa profesión. Aunque
también aparecen miedos y frustraciones familiares que hacen que esa elección no sea tan
libre”.
Ciencias sociales. Con alta demanda, las carreras pertenecientes a las
ciencias sociales tuvieron en la década pasada un aluvión de ingresantes. En el caso de la UNR, la
Facultad de Ciencia Política supo tener entre 1995 y 2005 más de mil ingresantes por año en sus
carreras, con picos por encima de los 1.400 nuevos alumnos en los primeros años del nuevo milenio.
“Ha bajado bastante en algunas carreras la inscripción, como el caso comunicación, que en los
90 llegó a tener más de 700 ingresantes”, señala Fabián Bicciré, decano de Política de la
UNR, una de las que abre su inscripción en noviembre.
Según agrega, la caída en la matrícula de comunicación social —”la niña bonita de
los 90”— se debe entre otras cuestiones a la apertura de carreras cortas en esta
disciplina, además de una reactivación económica que hizo migrar el interés del sector de los
servicios hacia las carreras con perfil técnico.
“Me parece bien que se promueva la formación de profesionales en biotecnología,
informática y las ingenierías. Pero eso no significa dejar de lado las ciencias sociales, que en
todo caso debe redefinir sus agendas y buscar la forma de vincularse con las problemáticas
sociales, políticas públicas y las demandas regionales”, indica Bicciré. Los postítulos que
permiten articular estudios terciarios con títulos universitarios son otros de los nuevos espacios
de formación superior que para el decano explican el cambio en los porcentajes de nuevos
alumnos.
Prioritarias. Definidas como “prioritarias para el desarrollo económico
nacional”, el Ministerio de Educación nacional estableció en 2004 una serie de carreras,
tecnicaturas y especialidades como ejes de becas y programas de promoción, a fin de orientar el
ingreso al nivel superior hacia estudios que, pese a la reactivación en ciertas ramas de la
industria y la producción, no concitaban el interés de los jóvenes. Tal es el caso de la mayoría de
las ingenierías, ciencias de la salud y químicas, que pese a ser consideradas como prioritarias,
aún alcanzan a cubrir la totalidad de la demanda laboral.
Distintos informes nacionales y privados apuntan esta realidad. En ese sentido, el cuello de
botella que presentan las carreras de las ciencias “duras” se muestra, por ejemplo, en
la industria del software, uno de los ámbitos en donde la escasez de graduados se hace más
evidente. De hecho, según un reciente estudio de la Cámara de Empresas de Software y Servicios
Informáticos (Cessi), las empresas del sector requieren más del triple de los profesionales con los
que cuenta hoy el país para cubrir puestos vacantes.
“Faltan técnicos, ingenieros, geógrafos y agrimensores. Y esa realidad hace que muchos
jóvenes pregunten cada vez más por esas carreras”, describe Raúl Fadus, de Orientación
Estudiantil de la UNR, para quien “se va corriendo la inquietud de muchos estudiantes por
estas disciplinas”. Igual, el impacto cierto de esta realidad es para Fadus un proceso que
lentamente parece que se revertirá, porque “no hay que olvidarse que estos chicos son hijos
de personas que han tenido que abandonar industrias, o han visto cómo se fue destruyendo parte del
aparato productivo”.
Por eso Fadus cree que una de las funciones que precisamente deben reforzar las universidades es
informar y orientar a los chicos sobre la salida laboral, el perfil del graduado, pero también los
contenidos de las carreras. “Uno de los puntos de mayor que incidencia tiene en la deserción
es encontrarse en la facultad con un panorama distinto al imaginado”, concluye.