En las antípodas del debate que registran los medios desde hace varias semanas, la directora
explica que prácticamente no hay problemas de disciplina ni casos de violencia escolar. “No
son chicos agresivos, todo lo contrario, son muy tranquilos, tenemos un trato superpersonalizado
con ellos, los conocemos mucho y sabemos que necesitan de la contención de la escuela, por eso los
recibimos siempre, aunque lleguen tarde. Si faltan mucho los vamos buscar a la casa y aquí no
ponemos amonestaciones porque no hace falta”, destaca la vice Alicia.
“Venir a la escuela es un privilegio”, subraya Walter, de 15 años, y remarca otra
vez la emoción del momento en el que se enteró de que podía seguir en la escuela del barrio.
“Las otras quedan muy lejos y todos terminan dejando”, agrega. Silvana y Romina se
suman al relato y recuerdan que se alegraron mucho cuando se enteraron de la novedad: “Nos
gusta venir a la escuela y después que terminemos queremos seguir estudiando”.
Los chicos cuentan también que se juntan un rato antes del horario de ingreso: “Esperamos
en la puerta que se haga la hora y de paso nos encontramos a charlar”.
Esta situación también es rescatada por la vicedirectora, que compara la realidad de esta
escuela con otras que presentan dificultades con los alumnos. “Aquí la puerta está abierta,
una docente de una escuela del centro no lo podía creer porque allí los chicos se le escapan. Por
el contrario, acá entran otros chicos que por distintas razones ya no están en la escuela”,
expresa.
Oros problemas
Los adolescentes no se escapan, pero eso no garantiza la asistencia. Son otros los problemas que
amenazan la continuidad de la escolaridad: “Si hay piquete nos quedamos sin alumnos.
‘Nos vamos a trabajar al piquete, ahí nos pagan’, te dicen y hay que esperar que
vuelvan. Cuando fue el de plaza San Martín (en 2007) tuvimos semanas sin clases”, describe
Silvia Pérez, la profesora de física y matemática.
La docente enumera otras razones que alejan a los chicos de la escuela: extensos viajes al Chaco
para visitar su tierra, los que se quedan a cuidar a sus bebés o hermanos, también los que
acompañan al centro a los más chiquitos que van a pedir, los que faltan porque van a hacer changas
o no llegan a levantarse porque la noche anterior salieron a cartonear.
“En este momento además tenemos cuatro nenas que son mamás, tienen entre 13 y 15 años, a
veces les traen los bebés en los recreos para que amamanten, porque ellas insisten para
venir”, rescata Silvia, aunque señala también que si los bebés se enferman las chicas dejan
de venir por varios días.
Por último y casi a coro citan las falencias de esta escuela y piden colaboración a la sociedad.
Para simplificar la situación el portero dice: “En realidad sólo tenemos tiza y pizarrón, ni
siquiera hay bancos en todas las aulas por lo tanto nos falta todo lo demás”. Es decir:
escritorios, sillas, bancos, libros, materiales para tercer año, computadoras, herramientas
didácticos y teléfono, todo es bienvenido.