"Hola, ¿querés que te muestre lo que leo?" Así irrumpe Tobías, de 6 años, en el salón de clases ahora convertido en biblioteca. Enseguida acerca un libro de animales, y siempre abrazando a quien le habla, intenta contagiar el entusiasmo que le provocan esas imágenes. El nene, que es un manojo de afecto, es uno de los más asiduos concurrentes al nuevo ámbito con el que desde este año cuenta la Escuela Primaria N 1.280 Soldado de Malvinas, de Lamadrid 130 bis. La hicieron entre todos, chicos y docentes, con una maestra al frente de esta iniciativa, Lila Gianelloni. Pintaron paredes, un mural, arreglaron estantes y ordenaron libros. "Es que teníamos lectores pero no el espacio", anticipa Lila sobre la historia de esta sala.
Como pasa en tantas otras primarias, la 1.280 no tiene asignado el cargo de bibliotecaria. Lo espera. "Está pedido", indica la directora Delia Fantín. Y si bien Lila Gianelloni, dice una y otra vez que no es bibliotecaria, sino docente y en todo caso realiza "una mínima tarea de mediadora", es a quien los chicos del turno tarde eligieron como referente. Le preguntan por los libros, le hacen sugerencias, la invitan a leer. Lo mismo hacen con la vicedirectora de la tarde Alejandra Geuna.
Experiencia diferente. La experiencia de la 1280 se diferencia de otras: aquí no faltan lectores. Se ve, se vive, se siente cuando los chicos ingresan y se van de lleno a los estantes. Eligen un libro, se sientan sobre almohadones dispuestos en un rincón o las mesas y sencillamente leen. Y hasta los que aún no lo hacen, en el sentido escolar del término, narran, preguntan, imaginan historias, tantas que seguro los ayudarán a entender rápidamente la lógica de la lectoescritura.
"Yo podría no estar aquí y ellos no tendrían problemas para encontrar lo que quieren leer o buscar algo nuevo, diferente", asevera Lila adelantando, de alguna manera, cómo se organiza este espacio. Los libros están ubicados por temas; hay algunos muy viejos que vienen de antiguas bibliotecas y donaciones; también muy nuevos, y sobre todo abundan los de la mejor literatura.
"Los chicos saben que hay libros malos. Pero no te lo dicen, no los eligen", advierte Lila. Enseguida junto a la vice Alejandra Geuna relatan que "saltaron de alegría" cuando empezaron a llegarles los libros del Plan Lectura del Ministerio de Educación de la Nación.
"Están los mejores autores, historias, cuentos, con una estética cuidada y diferente que los chicos empiezan a reconocer y a comparar. Son editados con calidad", describen las dos educadoras satisfechas de saber que tienen una buena oferta de lectura para sus alumnos.
Buenos lectores. Nada es exagerado. Alcanza con estar un tiempo con los chicos y escucharlos. Nair se acerca y dice que el libro que hasta ahora más le gustó es el de "El pez globo" (de Carla Dulfano). Sharon (y muchos más) se queda con "La historia sin fin", un libro de ilustraciones de Iela Mari. Martín con un libro de animales, donde conviven mariposas y gorilas. Estos, junto al humor y al terror son los que más eligen leer. Este grupo está en 4º grado y llegan acompañados por su maestra Valeria Capoulat.
También se acerca Franco, que está en 7º grado. Uno de los primeros en trabajar para que el salón sea ahora una biblioteca. "La ayudé a la seño a pintar los estantes, que estaban todos arruinados", dice y recorre con la mirada el espacio ahora rodeado de textos.
"Franco llegó acá desde el hacer, porque es un alumno muy trabajador. Trabajó mucho para que este lugar esté acondicionado. Luego vino lo mejor, se amigó con los libros y ahora lo tenemos como lector", comenta Lila y regala otra historia más que crece junto a la literatura.
De pronto llega Jano, de seis años, interrumpe la charla para pedir "el libro del Flaquito ese". Se refiere a "Buscando a Wally", siempre requerido. David y Uriel, de 5º grado aprovechan y muestran un libro de confección propia que hicieron de regalo para la biblioteca. También llegan Nahuel, Dalma, Aarón y Magalí cada uno con sus propias elecciones.
Lila se encarga de explicar que el espacio está pensado para leer. Es la prioridad. No hay actividades pre o pos lecturas, ni de dibujos ni de escrituras. Leer es la principal invitación para estar ahí. Igual cuenta una anécdota bien ilustrativa de cómo la lectura es disparadora de otros placeres: "Acá hay dos viejas máquinas de escribir, que ni cinta tienen. Pero muchas veces veo que los chicos toman alguna hoja vieja, hasta de libros deshojados, las ponen en las máquinas, y se imaginan escribiendo".
Autogestión. Son los propios chicos los que llevan un gran cuaderno donde anotan con nombre y apellido y grado, qué libro se llevan a la casa. "De 180 chicos (son 300 en total en la escuela) del turno tarde, todos han pasado alguna vez por aquí, pero hay un grupo de unos 80 fijos", calcula Lila sobre el número de lectores más concurrentes.
Y recuerda que los primeros en acercarse, cuando el lugar aún no estaba acondicionado, fueron esos chicos que "deambulan" que no siempre pueden permanecer en un salón de clases mucho tiempo, y que se acercaron como buscando algo "para hacer". "Ellos son el corazón de esta biblioteca, los que alimentaron esta idea. Ahora están entre los principales lectores", relata Lila.
La Escuela 1.280 no escapa a los problemas de tantas otras primarias: tiene su patio sin terminar, no tiene centrex telefónica (que le permitiría comunicación libre con otras escuelas y el propio ministerio) y está ubicada en un barrio de la zona sur de Rosario, como tantos otros, ganado por distintas violencias y problemas. No es la excepción. Por eso tener una biblioteca es sustancial, más contar con buenos lectores.
"La literatura no soluciona el mundo. Ni va a arreglar los problemas del alma ni los materiales. Las escuelas solas no pueden con todo. Pero la literatura y la escuela sí pueden interrumpir el continuo del tiempo y del espacio con lo que ocurre afuera para ofrecer algo diferente. Se puede resistir a través de la literatura", expresa Lila Gianelloni.
Paréntesis."La escuela funciona entre dos variables que son el espacio y el tiempo. Nosotros intentamos que haya un espacio adecuado para que los chicos puedan hacer un paréntesis en ese tiempo. Buscamos aquí una lectura sin imposiciones, distinta a la que circula en los salones de clases. Este es un lugar de libertad donde ellos pueden elegir, venir por placer, porque aquí vienen por elección", remarca la vice Alejandra Geuna.
Destaca también que esta biblioteca, al no tener un cargo designado, está abierta por la tarde, cuando está la maestra Lila. Por la mañana depende de la vicedirectora de ese turno, Marcela Solans, "que se hace un tiempo en su función para prestar libros". Claro que también lo aprovechan los docentes con sus grados.
La charla se extiende con mates de por medio, chicos que van y vienen pidiendo libros, mostrando algo que los sorprende, buscando una explicación a una imagen que se asoma como terrorífica y hasta compartiendo en voz alta un refrán aprendido de un libro de la colección "Los fileteados".
Y otra vez Tobías. Esta vez trepado a una escalera, con un libro en la mano, que repasa como buscando algo, hasta que lo encuentra. Entonces acerca la página encontrada a una pecera con peces de colores (de verdad) ubicada en la biblioteca. "Mirá, este sos vos", le cuenta Tobías a uno de los pecitos y sonríe.