El miércoles pasado, un rato antes de comenzar el acto por el Día del Maestro, un grupo de compañeras de estudios, su maestra Ana y las directivas de la Nocturna Primaria Nº 30 recordaron a Gerardo Escobar. La charla se dio en un salón de la Escuela 30, la sede de distintos anexos que funcionan en los barrios para enseñar a jóvenes y adultos que quieren terminar la escolaridad primaria. Entre ellos, el de pasaje Ancón al 3400.
En ese encuentro están Nancy Barragán, Silvia Saen y sus dos hijos, Silvia Encina, Yolanda Suárez, Evarista Zapata y Marta Espinosa. También la directora Andrea Vignaduzzi y la vice Graciela Michelotti.
"A él no le gustaba que en la escuela lo llamaran por su sobrenombre «Pichón». Quería ser Gerardo", recuerda Silvia E., quien además de aprender con Gerardo era su vecina y parte de su familia. Dice además que fue ella la que lo entusiasmó a concurrir a la escuela para terminar el 7º grado, algo que sentía pendiente en su vida. Después se fueron contagiando las ganas de seguir y planeaban junto con otras tres compañeras, las dos Silvia y Nancy, seguir la secundaria.
Mientras el acto se prepara en el salón principal de la escuela ubicada en Jorge Cura al 2300, la charla transcurre en una de las aulas, donde eligen sentarse en ronda. "Para nosotros era un hijo, siempre nos ayudaba, era servicial. Llegaba, bajaba las sillas de la mesa, las acomodaba y preparaba el mate", describen sobre lo que pasaba a diario, antes de iniciar cada clase.
Esa relación casi protectora que tenían con Gerardo aseguran que también la guardan con los más chicos del grupo, un adolescente de 14 años y una jovencita de 15. "También necesitan de nuestro apoyo", comentan sin discusión.
Saber qué pasó. El acuerdo de todas es el pedido de justicia, saber qué pasó. En esa espera y en el tránsito de asumir el dolor de la pérdida de un compañero de escuela, se decidieron por fortalecerse, unirse más y charlar todo lo que se pueda en grupo.
En el intercambio generado con este medio, cada una recuerda que pasó ese día, como la última clase de inglés donde el joven le pidió a su profesora de la materia que le enseñara a escribir su nombre en ese idioma. Todas aportan una reflexión, una mirada. Y Yolanda advierte que cuando le pasaba algo la primera en enterarse era su maestra Ana, a quien siempre le mandaba mensajes de texto.
Silvia E. elige mencionar cuando representó a Belgrano, para el Día de la Bandera. "Tenía un traje que conseguimos prestado, le calzaba justo. Estaba emocionado y también tenía vergüenza. Yo también sentía lo mismo, porque tenía que leer en público, nunca lo había hecho y ese día me animé. También Gerardo", detalla sobre cómo se animaron a participar de un acto escolar.
"El grupo del anexo de pasaje Ancón es un grupo muy particular, muy contenedor, que se destaca por su unión", dice la directora Andrea Vignaduzzi para explicar desde otro lugar el compromiso que asumieron ante la muerte de Gerardo. Enseguida cuenta que cada uno de los anexos donde se prepara para terminar la primaria tiene sus distintas problemáticas. En todos los casos, la constante es que el apoyo de la escuela siempre está presente.
Una placa. En pocos días pondrán una placa con el nombre de Gerardo Escobar en el salón donde aprendía. Será para recordarlo, explican la directora y la vicedirectora.
Sus compañeras lo describen como un caballero, que trataba muy bien a todas. Marta agrega que siempre le pedía que llevara bizcochuelo y que ella lo desafiaba con tortas fritas. Una manera también de divertirse mientras aprendían.
Entre esas alumnas mamás, está Silvia Saen con su hija de cuatro años Zoe y su bebé Noah, de apenas dos meses. Ana recordó que a Gerardo le gustaba decir que era el tío del pequeño. Nancy y Silvia E. dicen que cuando iba a nacer fue el primero en poner dinero para el regalo. "Con lo que juntamos le compramos la gorrita que lleva puesta, un chaleco y algo más de ropa", dicen y todos los ojos se vuelven sobre el bebé.
La conversación se extiende con más anécdotas cotidianas, historias compartidas en las horas de clases y una invitación para participar del acto por el Día del Maestro que está por comenzar. Ana mira orgullosa a su grupo de alumnas mayores. Se apura a retomar el pasillo escolar y mientras tanto sigue nombrando cada escuela donde trabajó. De cada una tiene una situación dolorosa para nombrar, pero asegura que nunca en sus once años de trabajo le había tocado vivir lo que le pasó con Gerardo.