Las masivas reprobaciones de los aspirantes a ingresar a las universidades nacionales que tienen exámenes nivelatorios y pruebas diagnósticas y su festival mediático, no hacen más que ensombrecer problemáticas más profundas e irresueltas.
Las masivas reprobaciones de los aspirantes a ingresar a las universidades nacionales que tienen exámenes nivelatorios y pruebas diagnósticas y su festival mediático, no hacen más que ensombrecer problemáticas más profundas e irresueltas.
Las noticias de que sólo 2 de 50 aspirantes a ingresar a la Facultad de Astronomía y Geofísica de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) aprobaron la prueba diagnóstica de matemática; que en agronomía de esa misma casa de estudios de 480 inscriptos se presentaron a rendir 100, de los que promocionó solo el 20 %, son fuentes de preocupación y señalamiento.
Pero son la fachada de un problema del que poco o nada se habla.
Pareciera que las argumentaciones sobre los "bochazos", las "graves fallas", los "yerros", la "cultura de zafar" de los estudiantes como gusta circular, tienen como únicos "blancos" a los perezosos jóvenes y a la abúlica escuela media.
Sin embargo, nada se explica respecto de qué ocurre luego con quienes lograron sortear estos obstáculos y seguir los estudios universitarios, que dejarían en la sociedad la impresión que son quienes verdaderamente estuvieron a la altura de las expectativas y conocimientos requeridos en las evaluaciones.
Tasa de graduados
Nada más alejado. Desde aquel 1995 en que el ex secretario de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación nacional, el economista Juan Carlos Del Bello, se atrevió a poner en la mesa el escandaloso dato de que solo se graduaba el 19 por ciento de los inscriptos y que el 50 por ciento se esfumaba en los dos primeros años de las carreras, nada cambió.
Y ello demuestra que a unos 13 años de aquellos datos que no se modificaron, los ingresos a las universidades no son sino las muestras de cómo muchas veces las casas de altos estudios realizan algunas "darwinianas" selecciones, para muchos que en definitiva en uno o dos años más no llegarán a sus metas.
Sin embargo, en el último decenio la artillería de informaciones sobre los exámenes recrudecen durante la época de inscripciones y nivelaciones previo al año académico, especialmente en las universidades nacionales de La Plata, Rosario y Comahue, afectas a difundir los resultados.
Filtros de selección
Más allá de eso, las universidades públicas tienen sus propios "filtros" o sistemas de selección, los difundan más o menos, llámense cursos de verano, ciclos básicos, cursos de nivelación, ostentan altos porcentajes de abandono, que oscilan entre un 40 y más del 60 por ciento de chicos que se desertan del sistema superior.
Apuntar al nivel medio es un clásico, cuando es conocido que la escuela secundaria argentina, que comenzó apuntando a la educación de una elite, prepara para una formación integral y no para continuar estudios superiores y universitarios.
El secretario de Políticas Universitarias nacional, Alberto Dibbern, preguntado por estos días sobre este enraizado problema, atribuyó a cierta "cuota de irresponsabilidad" de los jóvenes debido a que "no se preocupan demasiado en este tipo de pruebas diagnósticas".
Sin embargo, aclaró que "cuando un examen no lo aprueba nadie, es porque hay otro tipo de problema".
Prefirió señalar con lógica que "la falla se encuentra en todo el sistema educativo, y no sólo en la escuela media" y que "hay que trabajar para mejorar la articulación entre los distintos niveles".
En ese sentido apuntó a la necesidad de "mejorar no sólo el ingreso a las universidades, sino también la permanencia y el egreso".