Este lunes se cumple un año de la fuga de ocho presos de la cárcel de Piñero, hecho que incluyó un enfrentamiento a tiros con agentes del Servicio Penitenciario en el cual murió uno de los cómplices que integró el grupo que reforzó la huida del penal. Luego de la reciente caída de Claudio "Morocho" Mansilla, el último en ser capturado y quien será imputado próximamente, ya no quedan prófugos de este recordado episodio que evidenció la fragilidad del sistema carcelario santafesino.
En la tarde del 27 de junio de 2021 empezó a difundirse en redes sociales un video que parecía el fragmento de una película. Un preso filmaba, con su celular y desde un pabellón, el momento en el que ocho internos de la cárcel de Piñero atravesaban los tejidos perimetrales del complejo. De fondo se escuchaban los disparos entre agentes del Servicio Penitenciario y los cómplices de la fuga que habían llegado desde afuera para reforzar la huida a los tiros. "Los pibes yéndose de Piñero, puro cuete los guachos que tiran de afuera. Ahí se fueron los pibes, se fueron de Piñero, se re tomaron el palo", se escuchaba decir al interno que filmaba.
La noticia recorrió los diarios y noticieros del país y la búsqueda de los prófugos se extendió en todo el territorio con nombres, apellidos y rostros de los internos evadidos. A pocas horas de la fuga fueron recapturados los primeros dos presos: Sergio Martín Cañete, de 35 años, y Joel Isaías Rojas, de 25. La policía los apresó junto a dos cómplices, Elizabeth A. y Rodrigo G., quienes conducían un Honda Civic azul por Cabin 9 cuando al ser interceptados por un control quisieron escapar. Los dos evadidos iban en el baúl y llevaban consigo tres armas de fuego de guerra.
Al día siguiente cayó el tercero. Cerca de las 14.30 del lunes 28 de junio, Alejandro Antonio Schimittlein fue recapturado mientras iba como acompañante en una camioneta Volkswagen Amarok en inmediaciones de un camino rural que se extiende entre las localidades de Carmen y Venado Tuerto. Al otro día el que cayó fue Ezequiel Romero, quien acorralado por las intensas búsquedas y sin recursos para extender su condición de prófugo se entregó en la sede de la Agencia de Investigación Criminal (AIC).
El 12 de julio fue Alejandro Candia quien terminó detenido en una casilla precaria de Presidente Quintana al 2000. La policía llegó con un fuerte operativo a la vivienda ubicada al fondo de un pasillo tras el aviso de una vecina. El siguiente en ser recapturado fue Daniel David Piscione, quien llegó herido de bala al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez. Si bien al identificarse dijo llamarse Gabriel Juncos, los agentes de la AIC que le tomaron declaración pudieron comprobar que se trataba de Piscione.
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A los tres días fue detenido el séptimo de los prófugos: Martín Alejandro "Rengo" Cartelli. La policía lo identificó en una pensión de la localidad de Ramallo, donde tenía un revólver, una pistola y varias municiones. Pero la historia lejos demoró en cerrarse: recién el pasado 16 de junio fue recapturado en una casa de Zona Cero el último de los prófugos, Claudio Javier "Morocho" Mansilla. Sindicado como un peligroso hombre del narcotráfico, el tiempo que Mansilla estuvo evadido de la Justicia su nombre apareció en distintas investigaciones e incluso fue condenado a 25 años de prisión como autor de un doble crimen.
Paso a paso
Cuando los primeros evadidos fueron recapturados e imputados comenzaron a conocerse los pormenores de la fuga. En aquellas jornadas, los fiscales a cargo de la investigación, Matías Edery y Franco Carbone, expusieron cómo los presos habían contado -tanto en la planificación como en la ejecución de la fuga- con el apoyo externo de un grupo de personas que también fueron imputadas.
Según la reconstrucción de la fiscalía, pasadas las 17 del domingo 27 de junio de 2021 cuatro personas llegaron a bordo de un Peugeot 3008 negro a las inmediaciones de la cárcel de Piñero. Llevaban amoladoras para cortar los alambrados y armas de fuego para resistir la fuga a los tiros. El conductor se quedó en el auto con las puertas y el baúl abiertos y los demás bajaron portando en total cinco armas. Al frente del grupo de refuerzo iba Walter Ezequiel Sorarie, un joven de 29 años al que apenas conocían y que murió baleado al quedar expuesto en el cruce de fuego entre los delincuentes y los agentes del Servicio Penitenciario.
Cuando Soraire rompió el primer alambrado el grupo corrió más de 100 metros en paralelo al cerco perimetral a medida que iban superando a tiros las garitas de vigilancia desde las cuales los agentes intentaban responder a los tiros. Mientras tanto, los presos arrojaban piedras y escapaban del patio del pabellón 14 para correr hasta el primer tejido. El enfrentamiento continuó, Soraire se desplomó herido, los ocho reclusos alcanzaron el tramo final y, ya armados, emprendieron la retirada a los tiros.
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Con once personas en su interior, el auto avanzó hasta el kilómetros 3.6 de la ruta 12, donde algunos presos hicieron trasbordo en un Honda Civic azul. Con la investigación pudo saberse que el Honda continuó camino hasta Pérez, donde dejaron a Cañete y a Rojas cerca de un campito. Luego fueron a Casilda y al rato volvieron a Pérez, donde volvieron a levantar a Cañete y a Rojas cuando camino a Soldini fueron detenidos tras una persecución.
Sincronización
Según describieron los fiscales, la organización de la fuga tuvo en cuenta la sincronización necesaria para poder ejecutar el plan. Los presos debieron saber que los dos guardias que recorrían la cárcel bordeándola tardaban 45 minutos en hacer esa vuelta. Así fue que el auto con los cómplices llegó cuando el área estaba relativamente despejada, a pesar de la presencia de los centinelas en las garitas. Mientras los facilitadores abrían a fuerza de amoladora el primer tejido, los presos hacían lo mismo con el alambrado del patio.
Esa logística contrastó, para los fiscales, con cierta torpeza en la mano de obra. Los asistentes externos son personas que -a excepción de Soraire- se conocían entre sí, marcadas por el consumo de drogas y “muy jugadas”. Conocedor de esos rasgos, Cañete incluso les pidió que al trabajo lo hicieran “de cara”: “Cómanse un asado y tomen una gaseosa”, aconsejó en la previa según los mensajes de texto que se dieron a conocer en la audiencia imputativa. Y llegó a quejarse por la falta de profesionalismo de los muchachos: “Carguen el teléfono, no pueden hacer esto así”.
A último momento el grupo sumó a Soraire, a quien aluden como “el pibito”. Un joven adicto que estaba fuera del radar delictivo, contratado al parecer porque había trabajado en la construcción y sabía usar una amoladora. Al encargado de cortar el alambrado, que dejó su vida la cárcel, le ofrecieron el trabajo por 25 mil pesos aunque le dieron algo más (27 mil) que cobró por anticipado con la preocupación de acercarle el dinero a su familia.
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Los tres acusados como colaboradores quedaron imputados por favorecimiento de evasión, portación de armas, resistencia a la autoridad y encubrimiento. Por “aguantar” a Candia en un pasillo de Villa Moreno, otra mujer llamada Elisabeth A. fue imputada por encubrimiento. Ángel Ezequiel Ojeda, quien estaba en la causa y aclaró que no vivía allí, quedó imputado y preso porque además se supo que estaba evadido de Piñero, donde cumplía una condena a 7 años y 8 meses de prisión de la que no había regresado tras una salida transitoria del 4 de julio. Era, como Candia y el resto de los evadidos, un interno del pabellón 14.
Polémica
Luego de concretada la fuga, comenzó la polémica en relación a la seguridad del complejo penitenciario de Piñero. En ese marco fue que a los pocos días se confirmó el traslado de siete presos considerados de "alto perfil" a un penal de la provincia de Buenos Aires. Esteban Alvarado, Brandon Bay, Julio Rodríguez Granthon, Joel Pucheta, René Ungaro y los hermanos Alan y Lautaro Funes fueron retirados del penal y alojados en otras instituciones, la mayoría de ellos en el penal de Ezeiza.
En sintonía con esa medida, el gobierno provincial hizo público el ofrecimiento de un millón de pesos de recompensa para quien proporcionara información tendiente a la captura de "Morocho" Mansilla. En ese marco se dijeron muchas cosas sobre su posible paradero. Una de las principales hipótesis fue que, gracias a sus contactos vinculados al comercio de drogas, podía estar escondido en Paraguay.
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Desde el MPA indicaron que estaban corroborados los vínculos de Mansilla con criminales del país vecino, por lo cual se pidió orden de captura internacional. Sin embargo, lejos de estar en otro país, "Morocho" logró estar casi un año evadido de la Justicia casi siempre en territorio provincial.
Luego de su recaptura se supo que había pasado dos meses en una pequeña localidad de una provincia vecina ubicada a unos 400 kilómetros. Pero la mayoría del tiempo "Morocho" estuvo en Santa Fe, principalmente en una casa de Blomberg al 3800 que fue propiedad de su hermana. Luego canjeó esa vivienda con un vecino de la ex Zona Cero por un departamento en Héctor Palacios 4113, donde fue recapturado.