El fútbol no siempre es del todo grato. A algunos jugadores las cosas les resultan fáciles y a otros, más allá del talento, deben remarla para mantenerse en la actividad. Dentro de este análisis se encuentra Cristian Chula González, aquel jugador de Newell's que se asomó en primera con enorme proyección y una serie de errores —en el afán de engordarlo a través de un tratamiento de vitaminas— terminaron perjudicándolo de tal manera que desapareció de la escena leprosa. A partir de ahí comenzó un raíd por distintos clubes de diferentes categorías hasta llegar a Federación de Los Quirquinchos, donde se transformó en figura, un delantero querido y respetado. "Me encontré con una familia más que un club", describió el Chula en la charla con Ovación el día después de la victoria en el partido de ida por las semifinales de la Liga Interprovincial ante Arteaga (4-0). Del profesionalismo pasó a hoy transitar en el fútbol del campo, como se dice, aunque todo lo recorrido hasta el momento con sus 24 años lo lleva a sostener con firmeza que "no me arrepiento de nada".
La última excursión de Chula la vivió en Ecuador, en Gualaceo. No fue para nada gratificante, según lo que le tocó vivir. "Me volví porque no me pagaban y Alejandro Barraza, que jugaba en Newell's, me invitó a que viniera a Federación. La verdad que ir de la segunda división del profesionalismo a una liga no quería saber nada. Me esperaba lo peor, pero me encontré con una familia más que con un club. Jugué el año pasado y este me fui a vivir a Los Quirquinchos con mi familia. Gané en tranquilidad y me siento cómodo por el cariño que recibí y que no tuve nunca", relató el Chula.
En el campo hay futbolistas que perciben un salario importante, incluso muy superior a los de un Nacional B. Y hasta a alguno de primera. Pero el Chula no sólo juega, sino que tiene un trabajo. "Un dirigente amigo tiene una fábrica de aberturas y voy 4 horas por día a ayudarlo. En realidad, a tomar mates y acercar herramientas porque no me deja hacer nada, ja. Me cuida mucho", contó el ex leproso en su día de descanso en Rosario. "Lo que me sorprende que en esta liga hay jugadores en varios equipos que ganan muy bien. Se puede vivir tranquilamente y llegás a fin de mes", insistió.
González asomó hace algunos años como una promesa interesante en la Lepra. Pero no todo se dio como esperaba y debió transitar una vida sacrificada dentro del fútbol. "Me volví de Ecuador porque me debían más de seis meses. En una reunión los dirigentes nos dijeron a algunos jugadores que nos iban a pagar por quincena. Yo tengo tres chicos (Geraldine, Ramiro y Martina). Los ahorros se terminan y no podía esperar. Hoy estamos muy bien. Tomé la decisión de venir a Federación y por ahí llama la atención porque algunos dicen te fuiste a jugar a una liga. No me importa. Hoy le doy prioridad a la familia. La estoy pasando bien".
Y continuó: "Vengo de una familia con mi viejo que trabajó de albañil toda su vida, no tuvimos tantos lujos y sólo lo necesario. Nos adaptamos a cualquier circunstancia, pero cuando estás seis meses sin cobrar, ¿cómo hacés? Uno solo se la aguanta, pero ahora con hijos es diferente".
¿Qué cambiarías si pudieras retroceder el tiempo? "Nada. Las cosas pasan por algo. Si no sucedía todo lo que viví no habría conocido a esta gente de Federación. Creo en Dios y por algo pasaron. El año anterior tuve varias opciones para ir a Europa u otros lugares y decidí quedarme. No me arrepiento de nada. Tengo 24 años y quizás venga algo mejor. Disfruto mi presente".
En el mundo que vivió, sobre todo a nivel profesional, "hay muchos jugadores con talento que se quedan en el camino y otros con poco, pero con un buen representante, logran jugar en primera. Se mandan cagadas y siguen. La vida continúa, el fútbol no es todo. Hoy es primordial tener un buen representante, caso contrario no jugás en ningún lado, más allá de que seas el segundo Messi".
¿Fuiste defraudado? La respuesta del Chula fue tajante. "Bastante. Dirigentes y representantes. Hoy puedo decir que encontré en la liga directivos que me cumplieron con todo lo prometido. Que además de dirigentes son amigos por el trato que tienen conmigo. En general, hay muchos que dicen ser hinchas, pero primero ven qué jugo o beneficio pueden sacar ellos de una institución. Y después piensan en el jugador, en la persona. No hay amor por la camiseta, eso es verso".
González hoy vive el presente rodeado de afectos y se muestra feliz en el pueblo distante a algo más de 100 kilómetros de Rosario. Transita otro presente en un fútbol no profesional, pero que se maneja como si fuera tal.